Por Carlos Vera Rodríguez
No han podido, el gobierno ni Correa, desarmar sus argumentos; les tocó entonces envalentonar a sus beneficiarios: los azuzaron para protestar en las afueras de El Universo porque ese periódico probó -no solo informó, probó- que la morosidad en los pequeños créditos otorgados por la CFN es alta en la administración de Camilo Samán (tan mala que los pobres, normalmente cumplidos pagadores, aquí no lo son). Antes, amenazaron al hijo de cuatro años de Emilio Palacio, editor de opinión de ese periódico. Suscribía el mail un tal Jorge Coka. Ninguna autoridad del Estado investigó el origen de la amenaza y menos llegó a su mentalizador. No sabían que los grafitis contra Nebot pintados en Guayaquil fueron encargados a jóvenes de Quito; para pulir los textos, Correa y Alvarado interrumpieron una reunión de colaboradores, entre festejos y burlas sobre las frases. ¡No lo sabían! Pretenden encarcelar a Emilio por usar el castellano con valentía y propiedad: matón, según la Real Academia Española, es “un hombre jactancioso y pendenciero, que procura intimidar a los demás”. Aquello encaja con la actitud de Samán cuando alienta a varios deudores de la CFN -con permiso de la Intendencia del Guayas, por supuesto- para vociferar en las afueras de El Universo, llevar pancartas insultantes y entregar una carta de reclamo que pidieron no sea publicada. Si la protesta fuese espontánea, era respetable. Si respondía a un infundio, también. Pero la socapa el Estado para encubrir su mala gestión. Allí está el fondo: Emilio destapó la alcantarilla. Correa deseó encontrárselo el sábado pasado en la calle porque, “por segunda vez, se metió con mi familia”: ¿qué, le va a pegar? Ya lo tuvo al frente en el mismísimo Palacio Presidencial y solo atinó a descontrolarse antes de echarlo con sus gendarmes porque Emilio recordó que Correa esperaba destinar a su familia cuatro millones reclamados en juicio al Banco Pichincha por quitarle acceso al crédito -mentira, pues tuvo uno en diciembre de 2005 por USD 80 000 del banco MM Jaramillo Arteaga- y de perjudicar su buen nombre, otra mentira, pues sin buen nombre no ganaba elecciones en 2006, 2007, 2008 y 2009. Cuando Emilio Palacio utiliza los términos con que Correa descalifica -matón de barrio- es delito. Si lo hace el desbocado de Carondelet, es defensa. La verdad no es injuria. Las calumnias resultan condecoraciones al provenir de un farsante. Ello explica que nadie enjuicie a Correa por ser llamado idiota, loca, tipejo, imbécil, estúpido, violador de menores, loco peligroso, corrupto, machito, perro, mediocre, horrorosa, mercenario, ignorantón, basura, porquería, cloaca, pasquín… La verdadera justicia se pone a prueba con el juicio a Emilio Palacio; él, no. La prensa altiva está acorralada todavía más. Se pondrá todo peor si seguimos de espectadores.
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