Quienes visiten la capital estadounidense no deberían perderse el Museo a la Memoria del Holocausto; se trata de una experiencia intensa y dramática que ilustra con lujo de detalles las atrocidades que se cometieron durante el régimen nazi, especialmente en contra del pueblo judío. Vale la pena recordarlas, con mayor razón en esta época en la que gobernantes tan notoriamente torpes y mentirosos como el presidente iraní, tratan de insinuar que el Holocausto y la muerte de millones de inocentes fue un simple invento sionista.
En estos días, el Museo tiene una exhibición especial de singular interés denominada Estado de engaño: el poder de la propaganda nazi. En esa exhibición se señala cómo a través de la propaganda política, Hitler promovió un ambiente de indiferencia y tolerancia por parte del pueblo alemán respecto de las acciones genocidas del régimen nazi. Se puede advertir, cómo se utilizó la propaganda política, así como “la diseminación de información, sea verdadera, parcialmente verdadera o totalmente falsa, de forma tal que llegó a pulir la opinión pública con el fin de llegar a determinados objetivos”. También se enseña cómo la propaganda se encargó de simplificar temas ideológicos o de otra índole
En estos días, el Museo tiene una exhibición especial de singular interés denominada Estado de engaño: el poder de la propaganda nazi. En esa exhibición se señala cómo a través de la propaganda política, Hitler promovió un ambiente de indiferencia y tolerancia por parte del pueblo alemán respecto de las acciones genocidas del régimen nazi. Se puede advertir, cómo se utilizó la propaganda política, así como “la diseminación de información, sea verdadera, parcialmente verdadera o totalmente falsa, de forma tal que llegó a pulir la opinión pública con el fin de llegar a determinados objetivos”. También se enseña cómo la propaganda se encargó de simplificar temas ideológicos o de otra índole
El pueblo alemán, que de forma mayoritaria y casi ciega apoyó a Hitler y toleró las barbaridades del nazismo, fue inducido en gran medida al engaño a base de una propaganda política orquestada de manera sistemática. para “el consumo de la masa” de forma incesante y persistente.
La exhibición también recuerda que uno de los elementos básicos en el manejo de la propaganda política fue la búsqueda, por parte del régimen nazi, de un control total sobre todos los medios de comunicación pública, comenzando con la prensa; así por ejemplo, en el año 1933 se dicto la “Ley de Editores”, mediante la cual se establecía que tanto los periodistas como los propios editores tenían que seguir los mandatos y las instrucciones dadas por el Ministerio. La cláusula catorce de esa ley ordenaba que se debía omitir cualquier información “calculada a debilitar la fortaleza del gobierno (Reich) dentro o fuera del país”. De igual forma, se disponía el control de las noticias y de los editoriales a través de directivas que se impartían diariamente; aquellos periodistas que no la seguían podían escoger: o ser despedidos o ser enviados a un campo de concentración.
Hay, por lo tanto, una enseñanza fundamental: el pueblo alemán que de forma mayoritaria y casi ciega apoyó a Hitler y toleró las barbaridades del nazismo, fue inducido en gran medida al engaño a base de una propaganda política orquestada de manera sistemática, propaganda que a su vez se alimentaba del control total y absoluto de los medios de comunicación, pues naturalmente se sabía las dificultades que enfrentaría el proyecto propagandístico al enfrentarse a una prensa libre e independiente. Ahora cuando se discuten leyes de comunicación en varios países de Latinoamérica, vale la pena recordar que el control total de los medios de comunicación es el camino más directo al engaño y a la manipulación.
La exhibición también recuerda que uno de los elementos básicos en el manejo de la propaganda política fue la búsqueda, por parte del régimen nazi, de un control total sobre todos los medios de comunicación pública, comenzando con la prensa; así por ejemplo, en el año 1933 se dicto la “Ley de Editores”, mediante la cual se establecía que tanto los periodistas como los propios editores tenían que seguir los mandatos y las instrucciones dadas por el Ministerio. La cláusula catorce de esa ley ordenaba que se debía omitir cualquier información “calculada a debilitar la fortaleza del gobierno (Reich) dentro o fuera del país”. De igual forma, se disponía el control de las noticias y de los editoriales a través de directivas que se impartían diariamente; aquellos periodistas que no la seguían podían escoger: o ser despedidos o ser enviados a un campo de concentración.
Hay, por lo tanto, una enseñanza fundamental: el pueblo alemán que de forma mayoritaria y casi ciega apoyó a Hitler y toleró las barbaridades del nazismo, fue inducido en gran medida al engaño a base de una propaganda política orquestada de manera sistemática, propaganda que a su vez se alimentaba del control total y absoluto de los medios de comunicación, pues naturalmente se sabía las dificultades que enfrentaría el proyecto propagandístico al enfrentarse a una prensa libre e independiente. Ahora cuando se discuten leyes de comunicación en varios países de Latinoamérica, vale la pena recordar que el control total de los medios de comunicación es el camino más directo al engaño y a la manipulación.
Alfonso Oramas Gross
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