El acuerdo entre el Gobierno Nacional y algunos canales de televisión del país es un grave error, pues simuladamente se acepta un proselitismo político sobre el referéndum a escasas semanas de este.
Varias falacias tiene este convenio, que pueden ser resumidas de la siguiente manera. Se usa y se permite por parte del titular, utilizar al Ministerio de Educación como una pantalla; se concierta con un gremio que no integra a todos los canales y radios del país, máxime cuando los más representativos son incautados al Grupo Isaías; es decir, gobierno con gobierno. Finalmente, es claro que se sienta un pésimo precedente contra la libertad de expresión en el Ecuador.
El Gobierno tiene múltiples y diarios espacios para difundir su campaña por el sí en el referéndum del 28 de septiembre. No los desperdicia y no hay lugar del país que no sea visitado por el Presidente de la República, en una descarada campaña aplaudida por el TSE. Sin embargo, necesitaba humillar a los canales de televisión privados, de los que se excluyen los del Grupo Isaías, con quienes estaría negociando para permitir un lento regreso de sus antiguos funcionarios
Si no se trata de una necesidad proselitista, se puede colegir que estamos ante un ensayo para medir el grado de tolerancia y sumisión que pueden tener los medios de prensa frente a un poder absoluto. Si tal hipótesis fuere cierta, la prensa ecuatoriana estaría olvidando las grandes enseñanzas que se dieron en países de tenebrosas dictaduras: nunca aceptar imposiciones ni caer en la autocensura. Ellos tienen el poder; por lo tanto, que lo ejerzan cerrando o persiguiendo. La primera de esas actitudes no deja huellas, las segundas son permanentes y causan una gran solidaridad internacional, incluso en la OEA
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