Por Carlos Vera Rodríguez
82% votó por el cambio en abril del 2007; solo 2/3 partes están a favor ahora, a pesar de la descomunal propaganda oficial; del pusilánime TSE; de algunos ciegos observadores de la OEA; de las cadenas amañadas; de la campaña gubernamental por el sí, financiada incluso con la plata de quienes votan no; de las descalificaciones grotescas de Correa; de un Contralor que advierte a medio mundo y deja todo inmundo; de el silencio irrompible de Rodrigo Borja, aunque una avalancha sepulta al constitucionalismo que defiende; de la reacción tardía de Nebot; del miedo de obispos ajenos a la tradición de José Gómez Izquierdo y Leonidas Proaño, encarcelados por otro tipo de dictadura; de la carajeada a Odebrecht por contratos que renegociaron ellos y obras que iniciaron otros; de un informe tímido contra Febres-Cordero cuando nosotros -la prensa libre e independiente- lo dijimos hace 12 años y no dos semanas antes del referéndum... a pesar de todo eso y más, la tercera parte de quienes reclamamos el cambio rechazamos el recambio de tirano en que se ha convertido el modelo propuesto en el proyecto de nueva Constitución.
¡Formidable! Enorme resistencia, malicia y sabiduría de los ciudadanos no encandilados por un falso socialismo para encubrir el auténtico totalitarismo.
No existe la posibilidad mediática de replicar al gobierno, con la fijación del mensaje que logran la reiteración del slogan o la unilateralidad del discurso, mediante falacias, distorsiones y simplificaciones. Algunos se rinden ante tal muestra de liderazgo, capacidad de trabajo y carisma ¡Cuidado! Hitler también exhibió virtudes similares. La valía de un líder no puede separarse de la función a la cual destina sus dotes. Prefiero un liderazgo menos centelleante pero más democrático.
Es fácil además noquear en el ring sin contrincante. Es normal, si a todos se los enfrenta cansados y lesionados. La ovación surge, como en la lucha libre norteamericana, cuando los contendores aparentan golpear y en realidad terminan sobajeando o cayéndose sin ser tocados.Resulta inevitable avasallar cuando las víctimas preferidas son mujeres que preguntan altivas como Janeth Hinostrosa o Sandra Ochoa -¡qué coincidencia, ambas periodistas!- a quien estigmatiza por su peso y su tipo.
Y dice que no es racista. Tampoco debe ser misógino. En cualquier caso, no es demócrata. Si para instaurar una democracia hicimos otros -él se embarcó tarde- una Asamblea Constituyente, deshicimos un Congreso y levantamos una consulta, ese logro lo tiran abajo muchos artículos del tan debatido texto constitucional. Lo desmienten las acciones abusivas, las obsesiones enfermizas, los complejos insuperables y el ejercicio tiránico del poder en Rafael Correa. Ese modelo ya lo vivimos hoy.Eso hay que evidenciar. El pasado sigue presente y el futuro se ve peor. Si las batallas se perdieran antes de librarlas, entonces nunca jugaríamos contra Brasil: pediríamos al árbitro un acta para, en el acto, firmar la derrota.
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