Por Editorial Diario El Comercio
Es indiscutible que la OEA no puede cambiar el curso de los acontecimientos políticos y electorales del Ecuador, pero está dando algunas muestras de dudas y preocupaciones por los sustentos de la democracia en el país. Es que era imposible que los organismos internacionales hayan desconocido y no evaluado la serie de atropellos jurídicos que se han cometido en nombre del cambio, del destierro de una partidocracia corrupta -excepto el PRE, el MPD y la ID, según el Gobierno- y de algunos principios ideológicos del pasado que han tenido la oportunidad de aflorar.
Por eso el mensaje del jefe de la misión electoral de la OEA, Enrique Correa, es muy significativo, no para un resultado electoral, sino para la preservación de la democracia en el Ecuador. Aunque críptico y enigmático, al buen entendedor, pocas palabras:‘No somos ciegos, ni sordos ni tampoco mudos’.
La OEA no puede intervenir en asuntos internos, salvo violaciones a la Carta Democrática Interamericana que castiga la alteración del sistema democrático. Es verdad que su aplicación ha sido relativa y de excepción; por eso se explica que haya tolerado, en un cuestionable silencio, la destitución de legisladores ecuatorianos elegidos por el pueblo, por un organismo inferior como es el TSE con apoyo de la Fuerza Pública
Un segundo elemento era que el Secretario General de la OEA iba a recibir al ex asambleísta León Roldós para exponer su denuncia sobre las irregularidades con las que se aprobó el texto del proyecto constitucional y que violarían los artículos 23 y 25 de la Carta Democrática Interamericana, que demanda elecciones ‘libres y justas’. Inexplicablemente dio marcha atrás. ¿Precipitación inicial seguida de una apurada rectificación o una de cal y otra de arena?
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