Eduardo Castillo Barredo
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Desde hace tiempo pensé escribir en algún momento un artículo titulado ‘No al engaño’. Ciertamente el engaño ha sido y sigue siendo el ingrediente esencial del proceso iniciado hace un par de años, en que la población, hábilmente embaucada y en etapas secuenciales, ha venido dando apoyo electoral masivo a un proyecto político totalitario y perverso. Engaño que comenzó, como es clásico, con el fingimiento u ocultamiento bajo la máscara de la hipocresía, desde en la primera y más aún en la segunda vuelta electoral presidencial. Pero sucede que ahora, cuando me he sentado a escribir ese artículo cuyo título tenía predeterminado, he debido cambiar su título, en honor a la verdad, porque hemos llegado a la etapa de la desvergüenza, donde el engaño se entremezcla y da paso, impúdicamente, a la mentira sin tapujos.
Tal el caso que motivó nada menos que el Editorial de este Diario ayer, titulado ‘Colegios y campaña’, que comienza citando lo que textualmente dijo el Jefe del Estado en su más reciente cadena sabatina: “No puede suceder que haya campaña política dentro de los colegios”. Expresión referida “a un afiche que se exhibía en el colegio Vicente Rocafuerte, de Guayaquil, llamando a votar por el Sí”. Pero que asombrosa, escandalosa, desvergonzadamente fue dicha –como se anota en ese mismo Editorial– “desde el colegio fiscal 21 de Julio, de Yaguachi, en un auditorio lleno de seguidores de Alianza PAIS con carteles por el Sí”. ¡Qué tal! Pero lo peor es que no se trató de un caso excepcional, de un error de buena fe, aislado e inadvertido. ¡No! Porque se vienen desgranando sistemáticamente otros de similar jaez.
Así por ejemplo –solo un ejemplo, pero generalizador y muy significativo de la etapa de desvergüenza a la que hemos llegado– la entrevista al creativo de campaña y vocero oficial del Gobierno, su Secretario de la Administración y Comunicación, que publica El Comercio de Quito hace cuatro días, en su página 3, bajo el título ‘No hacemos publicidad por el Sí’. Justo el mismo día que, en su página 5, dicho diario publica una noticia que titula ‘El Presidente continuó el fin de semana con la campaña por el Sí’. Entrevista aquella de la que, para mayor evidencia de la etapa a la que hemos llegado, transcribo textuales –basta y sobra– sus dos primeras y decidoras preguntas y respuestas. P: “¿Cuánto está gastando el Gobierno en publicidad a favor del Sí?”. R: “Cero”. P: “¿Acaso los cientos de spots no tienen ningún costo?”. R: “No hay ninguna campaña desde el Gobierno por el Sí”.
El proceso político que se inició hace un par de años y cuyo ingrediente esencial ha sido y sigue siendo el engaño, podría subdividirlo en dos etapas para mejor comprensión del porqué no he titulado este artículo, simplemente, ‘No al engaño’, como lo tenía previsto, sino ‘De la hipocresía a la desvergüenza’. Es que ese proceso comenzó por la etapa ‘hipocresía-engaño’, de la que podríamos adoptar como símbolo el acto inicial de Zumbahua, apadrinado por Chávez y compañía, donde el “católico practicante” antepone a esta práctica la de su sometimiento al rito de un brujo “shamán”. Proceso que ha llegado ahora a la etapa ‘cinismo-desvergüenza’, de la que podríamos adoptar como símbolo cualquiera de los casos a los que he hecho referencia, publicados esta semana en los principales diarios de Guayaquil y Quito.
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