Algunos teólogos estamos, en ciertos asuntos teologales, de acuerdo con Correa: a Dios no hay que molestarle con esto de la Asamblea ni con la Constitución que de allí saldrá.
es que Él, en su infinita paciencia, debe estar harto de política. Si no de toda la política, por lo menos de la nuestra sí. “Otra vez estos ecuatorianos vienen a solicitar mis favores”, pensará mientras repasa la veintena de constituciones en que lo importunamos en busca de ayuda. A pesar de eso, este país, que nació torcido, no solo que no ha podido enderezarse sino que se ha ido torciendo más, lo cual nos demuestra que, por lo menos en Derecho Constitucional, Dios no intenta tocar pito.
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¿Al involucrar a Dios en la Constitución se pretende que, con solo bajar el dedo, Él nos resuelva esos intríngulis que nosotros somos incapaces de resolver? De pronto, le agarramos en un momento de mal genio como los que tiene en el Antiguo Testamento y, para darnos una lección, nos envía un terremoto, un tsunami, nos devuelve desde Panamá al Bucaram y de Harvard al Mahuad, o nos manda a un Alvarito todavía más santificado, cargando sus Ivas como una cruz, para que nos midamos ante un verdadero desastre. Y ahí sí que nos fregamos.
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Por último, si la Asamblea, con los plenos poderes de la que está imbuida, con sus dotes omniscientes y su omnipresencia que le permite estar en todos los sitios al mismo tiempo, se enfrasca en asuntos teologales, corremos el riesgo de que se sienta también con derecho a nombrar cardenales y que de allí salga Alberto Acosta tonsurado y en el próximo cónclave se postule para Papa. Y gane.
¡Dios no quiera!---------------------
Artículo completo,
http://www.eluniverso.com/2008/03/30/0001/21/CCE4AF296DB54F05A5ED33B2125C4E41.aspx
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