sábado, 22 de marzo de 2008

Autobombo dispendioso

Por Carlos Jaramillo Abarca
Un respetable periodista solía advertir: “¡Cuidado con el autobombo!”, entendiéndose como tal el elogio desmesurado y público que hace uno de sí mismo, como define el Diccionario de la Real Academia.
Esta reflexión es aplicable a ciertos políticos, periodistas, etc. que hacen alarde de falsa modestia pero ponderan sus méritos y sus logros, y es muy oportuna para referirse a la costosa y atosigante propaganda que hacen, en la televisión y en otros medios, miembros del Gobierno y ciertas autoridades seccionales sobre las obras que inician o culminan o de las acciones que realizan. Hay que señalar, eso sí, que este mal endémico viene ya de hace algún tiempo, pero que se ha robustecido notablemente en la actualidad.
La Presidencia y la Vicepresidencia de la República y algunos de los incontables ministerios contratan propaganda en los canales de su predilección, en horarios de mayor sintonía y que, por tanto, son más caros. El gasto asciende a cientos de miles de dólares, a lo que se suman las frecuentes “cadenas” y las ruedas de prensa semanales a las que comparece el Presidente, quien, en cambio, despotrica con frecuencia contra periódicos y periodistas.
La Asamblea Constituyente también ha caído ya en esa tentación. Así mismo, prefectos provinciales, especialmente los de Guayas y Pichincha, con evidente afán proselitista, derrochan dinero del pueblo en innecesario y cansino autobombo y, desde luego, tampoco han faltado alcaldes que han incurrido en ese pecado capital.
Las cuantiosas cantidades que se desembolsan por concepto de propaganda bien pudieran dedicarse para obras urgentes que se requieren a lo largo y ancho del país, de preferencia para reparar carreteras y caminos vecinales, para dar asistencia a los pequeños agricultores que perdieron sus cultivos y sus pocos animales por efecto de las inundaciones, o para brindar un bocado y techo a los miles y miles de campesinos cuyas modestas viviendas desaparecieron bajo el agua con sus pertenencias, ya que, dada la magnitud de la tragedia, son insuficientes los fondos emergentes asignados por el Gobierno y la generosa ayuda de algunos países y de la ciudadanía ecuatoriana.
Hay que tomar en cuenta que el problema no termina con la finalización de las torrenciales lluvias, sino que es muy probable que luego vengan epidemias y que se requiere la reubicación de miles de familias, que por ahora permanecen en refugios; la construcción de muros de contención y otras obras, que ya debieron efectuarse hace algunos años, para evitar consecuencias en las próximas temporadas invernales.
Es su deber y está bien que los funcionarios públicos rindan cuentas e informen a sus mandantes de la labor que cumplen, pero esta mal, muy mal que dilapiden en propaganda, muchas veces poco convincente, los escasos fondos del Estado, que son fruto del esfuerzo de todos los ecuatorianos, y que deben ser manejados con responsabilidad, austeridad y criterio prioritario. Aunque es pedir peras al olmo, ojalá, en Semana Santa, recapaciten los culpables de ese gasto innecesario y lo eliminen o, por lo menos, lo reduzcan .
http://www2.elcomercio.com/noticiaEC.asp?id_noticia=179036&id_seccion=1

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