lunes, 28 de julio de 2008

Plenos poderes no cambiaron la vida a la gente de Montecristi

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MONTECRISTI, Manabí. Cruz María Bazueco (i) y Yuli López se abastecen de agua a través de tanqueros, porque a sus casas no llega el servicio por tubería.

La bulla no nos gusta, Montecristi siempre fue un sitio tranquilo, pero con las marchas y las concentraciones todos los días hay algo y ya cuando la gente se va las calles quedan llenas de basura y pinturas en las paredes. Dos veces han botado bombas lacrimógenas”, relata Ana Chávez, una joven de 18 años.
“Teníamos muchas expectativas con la llegada de los asambleístas. Se abrieron hoteles, restaurantes, pero varios cerraron al mes porque casi todas las personas que vinieron por ese motivo no comían ni dormían en Montecristi”, comenta María Delgado, de 86 años.
Rossy Campusano, administradora de un hotel que se abrió días antes de que se instale la Asamblea, afirma que la inversión que se hizo con el sacrificio de su primo en el exterior (unos $ 250 mil) no ha sido devengada. “La Asamblea no cumplió con las expectativas hoteleras, pocos asambleístas vivieron en Montecristi, la mayoría se radicó en Manta o Portoviejo. En todo este tiempo solo cuatro personas alquilaron habitaciones de forma permanente”.
“Aquí casi nunca se vio a un asambleísta almorzar o desayunar”, refiere la dueña de un restaurante
Mercedes Barcia, guía del Museo Eloy Alfaro, considera que en el ámbito cultural las cosas sí mejoraron, cuenta que entre agosto y septiembre del año pasado “por la novedad de la Asamblea” recibió en ese lugar a más de cien personas por día, luego se mantuvo en 50 diarias, cuando antes solo llegaban 30. “Hay mucha gente que ni siquiera sabía de la existencia de Montecristi y ahora por la Asamblea ya conocen”.
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SÁBADO 26 de julio del 2008 Guayaquil, Ecuador

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