miércoles, 23 de julio de 2008

Con 14 millones se costearon más de 70 campañas oficiales

Prácticamente seis horas de publicidad al día. No es un producto de percha, pero el gobierno de Rafael Correa mantiene un nivel de exposición pagada muy similar al de las marcas más difundidas o los artículos de moda.
Publicidad, por un lado, pero también “golpes de efecto”, dice el analista Hugo Barber, de la empresa Perfiles de Opinión. “La publicidad por sí sola no es efectiva porque incluso puede saturar. También hay hechos dirigidos a crear respuestas inmediatas como estrategia política”.
El analista Felipe Burbano de Lara, catedrático de la Flacso e investigador de procesos populistas, considera que Correa ha hecho de la publicidad no solo un canal de difusión, sino un instrumento de batalla política. “Hay una doble actuación: no solo el Presidente, que es un hombre de tarima que vive en campaña, es el eje alrededor del cual todo el Gobierno funciona por su liderazgo personalista, sino que además hay un aparataje publicitario enorme. Es decir, por un lado, una actuación en vivo y una conexión directa que construye otro tipo de legitimidad; y, por otro, una venta de ese producto a través del marketing”, opina Burbano de Lara.
El creativo Francisco Solá Tanca, presidente de la agencia de publicidad Norlop JWT, cree que el Gobierno ha concebido la propaganda como la venta de una marca. “Por primera vez, la publicidad del Gobierno está siendo manejada como un todo y como una estrategia que tiene como objetivo principal la venta de una marca.Esa marca se llama Rafael Correa. Todo lo que hace él y el aparato estatal está orientado a un mismo objetivo”, menciona y, pensando en los resultados, recalca: “Así es como se deben hacer las campañas”.
Hay otras publicidades que no solo difunden sus promesas, obras o posturas, sino que intentan cambiar la concepción de los imaginarios de lo que es ser ecuatoriano. El director del Centro Audivisual de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), Patricio Ávila, destaca que algunas piezas apelan a sentimientos de nacionalismo, no únicamente a través del uso de banderas o himnos (las canciones Patria y la Bandera), sino al evocar conceptos como la soberanía, la corrupción, el regionalismo o la impuntualidad. “Así trata de romper paradigmas, pero con su figura como eje central de esos cambios para replantear lo que hoy significa ser ecuatoriano en una forma positiva”, menciona.
Hernán Reyes, coordinador docente del área de comunicación de la Universidad Andina Simón Bolívar, cree que el Gobierno tenía dos alternativas: “romper códigos chatos o utilizarlos con fines propios. Ha hecho lo segundo. La idea es aglutinar los mensajes alrededor de este imaginario de país que cohesiona a la población porque todos somos ecuatorianos y entonces cae en apelaciones que pueden resultar patrioteras”.

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