miércoles, 23 de julio de 2008

Acosta, el infiltrado

Emilio Palacio
“No me van a hacer pelear con el Presidente”, les dijo Alberto Acosta a los periodistas que insistían en preguntarle, el viernes, el motivo de sus nuevas discrepancias con el Primer Mandatario
Ese comentario del ex presidente de la Asamblea está de más. Él sabe que no es la prensa la que provocó su ruptura con Rafael Correa sino que existen profundas discrepancias entre los dos. Pero no se atreve todavía a reconocerlo. Sigue dándole vueltas al asunto y culpa a otros por razones de táctica política.
Antes déjenme decir que en muchísimas de esas diferencias he coincidido con Correa. Me parece absurda, por ejemplo, la terca oposición de Acosta al oleoducto de crudos pesados que se construyó años atrás, a la minería en gran escala o a la explotación petrolera.
Pero hay un aspecto muchísimo más importante en el que en cambio adhiero con Acosta. Me refiero a que el Primer Mandatario quiere convertirse en un nuevo capataz de hacienda para gritarles “majaderas”, “gorditas horrorosas”, “idiotas como tú” o “bestias salvajes” a quien le dé la gana, y su antiguo amigo por lo visto se resiste a acompañarlo, quizás porque experimentó –a diferencia de Correa– el irrespeto y la prepotencia en carne propia.
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