Francisco Febres Cordero
¡Cómo ha de decir el Alberto Acosta que el Correa es personalista! Es que creo que el Acosta está respirando por la herida, porque el Correa le dijo que tiene infantilismo ecológico, lo cual me parece absolutamente cierto porque no quiere que la minería se explote a cielo abierto sino a cielo cerrado. ¡Qué infantilismo! Y ¿se acuerdan en la Asamblea? El Alberto Acosta también sufría de infantilismo porque no quería apurarse aprobando los artículos de la Constitución, sino que quería seguirlos discutiendo por los siglos de los siglos hasta que quedaran perfectos. ¡Qué infantilismo! Con razón el buró político, que es lo más maduro que tiene el Gobierno, le hizo venir rápido al Corcho Cordero para que, con su proverbial madurez, hiciera que toditita la Constitución se aprobara en tres días con sus noches.
¿Pero antes el Correa no denunció que dentro de su bloque de Alianza PAIS había infiltrados? ¿Y no ofreció que apenas se acabara de acabar la Asamblea iba a dar los nombres de esos infiltrados? Aunque nunca los dio, yo sí sospecho que uno de los infiltrados ha de haber sido el Alberto Acosta y por eso los del buró político en pleno le desinfiltraron obligándole a dar un paso al costado.
O sea que la acusación que ahora lanza el Alberto Acosta contra el Correa me parece que es en desquite de todo lo que el Correa le ha lanzado a él. ¡Decirle personalista! ¡Qué atrevimiento!
Cómo ha de ser, pues, personalista el Correa si él no hace nada por la persona de él, sino por la revolución ciudadana en general y por el siglo XXI en particular. Si se compra el avión, por ejemplo, es solo para llegar rapidísimo a donde más le necesitan los urgidos de bonos, de viviendas, de subsidios, de urias y, sobre todo, de su palabra esclarecedora. ¿Dónde está ahí el personalismo? ¡Qué envidioso el Acosta! ¡Y qué amargado!
¿Ustedes han notado que el Correa hace algo para su personalísimo provecho? ¡Jamás! Siempre hace las cosas en aras de los otros. Si, como nos cuenta todos los sábados, desayuna bolones de verde, muchines de yuca, llapingachos con hornado, mote con chicharrón y encocado de pescado, todo rociado con café negro y jugos de mora, babaco, naranja y naranjilla, es solo por promocionar la comida ecuatoriana y no por el personalismo de dar gusto a su gula o, peor, de engordarse todo lo que se engorda. Cómo será que no es nada personalista que para bajar de peso tiene que hacer unos larguísimos recorridos en bicicleta acompañado de su enorme séquito de guardaespaldas. Si fuera personalista solo les mandaría a los guardaespaldas a que se saquen la madre pedaliando mientras él se iría al Palacio a seguir comiendo lo que cocina el chef belga que, eso sí, no cocina solo para él, porque no es personalista, sino para todos los invitados del impersonalista.
Es tan impersonalista el Correa que ¡qué fiero que canta! Si fuera personalista, se diera cuenta de que está haciendo el ridículo y más bien se callara. ¡Ojalá!
O sea que la acusación que ahora lanza el Alberto Acosta contra el Correa me parece que es en desquite de todo lo que el Correa le ha lanzado a él. ¡Decirle personalista! ¡Qué atrevimiento!
Cómo ha de ser, pues, personalista el Correa si él no hace nada por la persona de él, sino por la revolución ciudadana en general y por el siglo XXI en particular. Si se compra el avión, por ejemplo, es solo para llegar rapidísimo a donde más le necesitan los urgidos de bonos, de viviendas, de subsidios, de urias y, sobre todo, de su palabra esclarecedora. ¿Dónde está ahí el personalismo? ¡Qué envidioso el Acosta! ¡Y qué amargado!
¿Ustedes han notado que el Correa hace algo para su personalísimo provecho? ¡Jamás! Siempre hace las cosas en aras de los otros. Si, como nos cuenta todos los sábados, desayuna bolones de verde, muchines de yuca, llapingachos con hornado, mote con chicharrón y encocado de pescado, todo rociado con café negro y jugos de mora, babaco, naranja y naranjilla, es solo por promocionar la comida ecuatoriana y no por el personalismo de dar gusto a su gula o, peor, de engordarse todo lo que se engorda. Cómo será que no es nada personalista que para bajar de peso tiene que hacer unos larguísimos recorridos en bicicleta acompañado de su enorme séquito de guardaespaldas. Si fuera personalista solo les mandaría a los guardaespaldas a que se saquen la madre pedaliando mientras él se iría al Palacio a seguir comiendo lo que cocina el chef belga que, eso sí, no cocina solo para él, porque no es personalista, sino para todos los invitados del impersonalista.
Es tan impersonalista el Correa que ¡qué fiero que canta! Si fuera personalista, se diera cuenta de que está haciendo el ridículo y más bien se callara. ¡Ojalá!
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