Emilio Palacio
Algunos lectores me escribieron para decirme que el Estado hizo mal en cobrarle 480 millones de dólares a Porta ya que ese costo, a fin de cuentas, lo pagaremos los usuarios. No es así, y quiero explicarles por qué.
Intentaré ayudarme con dos ejemplos que hoy son noticia, los alimentos y el petróleo. Sus precios, en ambos casos, se han disparado a nivel mundial, y los expertos predicen que así continuará por un tiempo. ¿Acaso no podríamos producir más alimentos y petróleo para corregir las irregularidades del mercado? La respuesta es que nunca tendremos todo el petróleo que el mundo desea porque es un recurso limitado, una especie de monopolio natural. Y eso le agrega un valor adicional al crudo. Se llama renta. El negocio de los alimentos es similar porque la tierra también es un recurso limitado.
La renta no es la utilidad del empresario ni el salario de los trabajadores. Es otra cosa. Es el precio extra que se paga por usar un bien natural irreemplazable. El dueño de una hermosa playa disfrutará de renta aunque no invierta nada y se pase el día en la hamaca. Habrá turistas que pagarán por conocer ese tesoro; y el Estado no podrá hacer nada para evitarlo; porque los gobiernos pueden obligar a las empresas a pagar salarios más altos o percibir utilidades más bajas, pero a la renta no la pueden controlar. Es un animal salvaje que no se deja.
El espectro electromagnético también es un recurso natural limitado. No pueden existir todos los canales de televisión ni todas las empresas operadoras de celulares que quisiéramos porque hay un número reducido de frecuencias para repartir. Así que la televisión o la telefonía celular, además de generar utilidades y salarios, ganan renta, y hace muy bien el Estado en cobrársela a las empresas operadoras, porque no es parte de su utilidad sino una ganancia extraordinaria que nada tiene que ver con sus inversiones o el trabajo requerido.
Supongamos que el Estado no le hubiese cobrado a Porta, o le cobrase menos. No por eso las tarifas bajarían. La renta seguiría incidiendo en la tarifa final, solo que en lugar de ir al fisco, acabaría en el bolsillo de la empresa, como venía ocurriendo. En Estados Unidos, el Estado no cobra renta por el petróleo –como hace Ecuador– pero el dueño del pozo sí.
Para que bajen las tarifas, lo que hace falta es tecnología y volver más eficientes los procesos, lo que significa más capital. A Porta le habría encantado que el Estado le regale la renta del negocio para invertirla, pero eso nos habría convertido en financistas gratuitos de la empresa. Algo así como el panadero de la esquina que nos pide una donación sustanciosa para adquirir un horno nuevo y vender su pan más barato.
Los monopolios tienen otra ventaja. Pueden hacer trampa; pueden vendernos un teléfono maravilloso y luego darnos un pésimo servicio, ya que los consumidores no tenemos muchas opciones para cambiar
Así que hizo muy bien el régimen en cobrar. Lo que hay que averiguar ahora es en qué condiciones, con qué exigencias de inversión y cómo empleará el Estado el dinero recuperado. Estaremos a la espera de esos datos.
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