Emilio Palacio
Luego de la crisis bancaria, el Congreso inventó una serie de “controles” al sistema financiero que en realidad no sirven para nada, excepto para que alguna gente se gane un dinerito. Así surgieron las calificadoras de riesgo, que le ponen una nota a cada banco. Pero si un alumno reprueba el examen, se queda de año; en cambio, si una institución financiera recibe una mala calificación, a nadie le preocupa. Fíjense, ustedes, el Banco Ecuatoriano de la Vivienda tiene una mala nota y sin embargo se va a hacer cargo de los negocios de la Mutualista que quebró.
Por eso no tiene ningún sentido la explicación de la Superintendente de Bancos, según la cual el problema de la Mutualista Benalcázar se originó porque la calificadora de riesgo le puso una nota exageradamente alta a su cliente. La Superintendencia de Bancos tiene libre acceso a toda la información secreta de las instituciones financieras, así que conoce su estado de salud mejor que nadie.
El error hay que buscarlo en otro lado. Lo que está fallando no son las calificadoras (cuyo trabajo es tan inútil que nadie lo toma en cuenta) sino los controles de la Superintendencia, donde sospecho que hay gente dedicada a perseguir a los banqueros para que colaboren “voluntariamente” con el régimen antes que a vigilar la salud del sistema. Hay otros indicios de que allí está el problema. En año y medio de Revolución Ciudadana tuvimos ya una corrida bancaria gravísima (en marzo del año pasado) y cerraron sus puertas un banco (Centro Mundo), una empresa aseguradora (Fénix) y una mutualista (Benalcázar). En todos esos casos se dijo que los controles son rígidos, que se trató de casos excepcionales y que el sistema financiero está sólido.
Esto último es absolutamente cierto. Amenazados por el fantasma de la crisis anterior, por su rabo de paja y por un gobierno que de economía no entiende nada, los bancos se han abarrotado de dólares para reservas. Han hecho como el emperador Atahualpa, conquistador de los pueblos indígenas autóctonos, que llenó un cuarto de oro para que otros conquistadores no lo maten. Así que en principio no deberíamos temer…, excepto porque los conquistadores son torpes y atropelladores.
Volvamos al ejemplo de la Mutualista Benalcázar. La Superintendente dice que la empresa cayó en la insolvencia, es decir, que sus deudas son mayores que sus propiedades. Aquí aparece un problema: no da cifras para demostrarlo, y parece que ni siquiera ella las tiene porque ha reconocido que sus evaluadores demorarán en descubrir cuánto valen realmente los proyectos inmobiliarios de la Mutualista. Pero entonces, ¿cómo supo que la insolvencia era tal que no había cómo esperar?
Porque hay un “detalle” que se debió tener en cuenta: ninguno de los acreedores de la Mutualista estaba apurado. No había una multitud de clientes a sus puertas exigiendo su dinero. Así pues, había tiempo suficiente para que venga un nuevo administrador, o incluso un nuevo propietario, y se haga cargo del negocio hasta evaluar el verdadero faltante. Eso fue lo que se hizo con el banco Centro Mundo. Pero claro, en ese entonces el “incompetente” de Alfredo Vergara manejaba la Superintendencia. Luego cayó en desgracia ante los españoles…, perdón, ante Rafael Correa, y lo destituyeron. En su lugar pusieron a la Malinche…, perdón, a la señora Sabando.
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