Manuel Ignacio Gómez Lecaro
La Asamblea ha decidido continuar su fiesta 60 días más. Y para la votación de esta alegre resolución estrenaron el voto electrónico (con solo seis meses de atraso). Alberto Acosta nos había asegurado que la Constitución estaría el 24 de mayo. Tal vez ahora nos dirán que nunca especificaron de qué año.
estas alturas del partido la Constitución debía estar lista y los asambleístas haciendo maletas. Pero debe ser duro abandonar esa buena vida de sueldos altivos y amaneceres trotando en la playa. Y como la plata del Estado es plata de nadie, premiemos con infinito amor y dos meses más de sueldos y viáticos la ineficiencia de los asambleístas. Eso si no resuelven, como alguien ya propuso por ahí, basándose en sus plenos poderes continuar unos meses más. Lástima que a nadie se le ocurrió poner en el estatuto que si la Constitución no estaba lista en los seis meses, los días adicionales de trabajo serían sin paga para los asambleístas y sus asesores. ¡Ya tendríamos esa nueva Constitución encuadernada con todas sus tildes revisadas!
Lo interesante es que Rafael Correa se las ha arreglado para mantener su popularidad mientras la Asamblea la pierde en picada. Como que la gente trata al Presidente y la Asamblea como dos cosas separadas. Olvidan que este Gobierno llegó al poder por la promesa del cambio que la nueva Constitución generaría. Y que el atraso y eventual fracaso de esta Asamblea son principalmente culpa del Presidente: si Rafael Correa no la hubiera convertido en su fábrica de mandatos, los Asambleístas se habrían podido concentrar más en escribir la nueva Constitución.
Pero al final del día los únicos culpables del éxito o fracaso serán los mismo asambleístas, empezando por su presidente Acosta. Ellos convirtieron el galpón de Montecristi en una extensión de Carondelet. Olvidaron esa misión, que les encargó todo un país, de escribir una buena Constitución, en lugar de desperdiciar mañanas y tardes entre mandatos, acuerdos, indultos, jabones y conchas spondylus.
El presidente Correa debería estar preocupado. Cada día que pasa, la Asamblea se desprestigia más. En estos dos meses que les quedan –que según nos dicen en la práctica son solo 48 días laborables– los asambleístas deberán apurar lo que no han hecho en seis meses. Será inevitable que los artículos se aprueben en bloque sin mayor debate. Y quedará la impresión de un trabajo mal hecho y al apuro. En definitiva, una estafa de ocho meses a todos esos ecuatorianos que votaron esperanzados por una supuesta refundación de la patria.
De repente, los asambleístas se convierten en los principales aliados de la oposición. Su desprestigio vuelve posible que el Sí no obtenga esa mitad más uno de los sufragantes en el referéndum aprobatorio.
Y todo esto nos regresa a ese primer artículo del estatuto de la elección, instalación y funcionamiento de la Asamblea. ¿Se acuerdan? Ese que decía bien claro que “La transformación del marco institucional del Estado y la nueva Constitución solo entrarán en vigencia con la aprobación en referéndum, de la nueva Constitución.” Desde el momento que los asambleístas violaron su razón de ser, aprobando arbitrariamente mandatos enviados desde Carondelet, se inició el desprestigio. Hoy empiezan a cosechar su abuso de poder.
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