Francisco Febres Cordero
Perfecto me parece este viaje del Correa a España, a fin de convencer al rey de que el Ecuador es una tierra promisoria, ejemplarmente gobernada, modelo de democracia, donde imperan la equidad, la justicia y la verdad en un ambiente de absoluto respeto a las ideas ajenas.
Y sí le ha de convencer, francamente. Facilito está. Híjoles, pero ojalá al Correa no se le suelte la lengua y le diga, como nos dice a nosotros, que la patria ya es de todos, porque los españoles, que no son muy buenos que se diga para las metáforas, han de interpretar literalmente sus palabras y han de creer que también la patria ya es de todos los españoles y entonces han de venir de nuevo a tomar posesión de estas tierras y hasta han de querer instaurar aquí una monarquía igualita a la que tienen ellos.
Y no, pues. Eso tampoco. Ahí sí el Correa va a tener que plantarse firme y decirles que aquí no tenemos por qué copiar modelos extranjeros, cuando tenemos uno propio a cuya cabeza también está un rey pero elegido por el pueblo; por eso no usa corona sino camisas étnicas, que son lo único que no son de todos. Por suerte.
A diferencia del rey de España, que tiene solo un primer ministro, aquí el rey tiene bajo su mando a una cantidad de ministros cuyo número se va incrementando gradualmente según el aumento poblacional per cápita dividido para dos, por lo cual su cifra asciende a una suma que nadie sabe bien, aunque se calcula entre veintiocho y treinta y cinco, más o menos.
También tiene bajo su mando a los distintos tribunales, todos muy manualitos. Lo único que no tiene es reina porque, como este es un Estado democrático, aquí todas las mujeres son reinas y todos los hijos son príncipes.
A falta de reina tiene Asamblea, que es mucho mejor porque es bastante más sumisa y, cuando protesta, el rey le pega una feroz reprimenda hasta que termina sometiéndola. Claro que su manutención cuesta como reina pero, por suerte, su acción incesante justifica plenamente que el rey le haya mandado a construir un lindo palacio con efigies, teas, salones y lacayos. ¡Ay no, qué bruto!, lacayos no creo que tiene. Eso está de que más bien se venga trayendo el Correa desde España porque a él, francamente, le encantan los lacayos.
El rey, como todo rey que se precie, tiene poderes absolutos y puede mandar a guardar no solo a quienes le dan yuca cuando él pasa por la calle, sino a aquellos que comienzan a investigar cualquier cosa sobre su reino. Por eso, el rey cree que sus principales enemigos son los medios de comunicación, que mucho joden, para qué también. El rey no los soporta porque dice que se inventan todo, no acatan ciegamente sus designios, no reconocen su obra revolucionaria, y por su culpa es que hay asaltos, inseguridad, inflación, deflación, estanflación, desocupación, desinversión y Samborondón.
Y ya. Con eso, el rey de España se ha de convencer, como nosotros, de que el Correa es mucho lote. Eso sí, ojalá que después de oírle monologar largamente tanta maravilla no le diga: ¿Por qué no te callas?, porque ahí sí se friega el viaje.
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