Por: Thalía Flores y Flores
Una y otra vez, al menos en cuatro ocasiones el sábado último, el presidente Correa habló contra los indígenas usando un lenguaje ofensivo. Los llamó "trogloditas", "corruptos", "mentirosos", por oponerse, en las calles y en las carreteras, a la Ley de Aguas que el Ejecutivo tramita en la Asamblea
Mientras escuchaba a Correa, pasaban por mi mente los rostros de los ex defensores de los indios, que hoy, encaramados en los ministerios, guardan vergonzoso silencio frente al ataque del que son víctimas sus antiguos aliados. En realidad, habría deseado referirme a esta conducta, que ratificaría que el poder es una droga que crea adicción inmediata y hasta bloquea los sentimientos. Pero prefiero reflexionar sobre otro comportamiento, el del presidente Correa, que los sábados se solaza exhibiendo los errores de la prensa, pero que se salta al leer los diarios las páginas en las que se publican denuncias contra sus funcionarios y noticias que convulsionan al país.
Ni una sola palabra dijo, por ejemplo, de los documentos que reprodujo El Universo dando cuenta de que tres ministras firmaron, sin concurso, contratos de asesoría de comunicación, con firmas adulteradas y con una misma empresa. El desaguisado de las ministras Aguiñaga, Sión y Duarte bordearía $1,4 millones, "una puchuela" para los revolucionarios en el poder, pero que habrían evitado la muerte por falta de medicamentos a muchos niños pobres o servido para restaurar destartaladas escuelas que se caen en pedazos por falta de presupuesto. Ese diario también denunció que una ministra pagó $43 500 por carros alegóricos y otra, $50 mil para un acto de rendición de cuentas, una manera impúdica de malgastar la plata de todos. ¿Se habrá enterado la Contraloría?
El presidente que, sábado a sábado, revisa la prensa para descubrir sus errores (los de la prensa, claro) nada ha dicho del sicariato que estaría instalándose en el Ecuador, y de cuya abominable acción dan cuenta los medios. Callar no subsana el problema mientras los huérfanos y las viudas aumentan cada día; el miedo se extiende, y la Policía habla de 723 homicidios en el primer trimestre de 2010. Otro hecho escandaloso que ha eludido mencionar Correa, aunque lo ha registrado la prensa, es la liberación de un narcotraficante confeso, quien apeló a la rebaja de penas (2x1), pero solo después de que alguien se "equivocó" y digitó 12 en lugar de 16 que eran los años de sentencia del imputado, al que ahora hasta se le devuelven bienes incautados.
El olvido presidencial de ciertas noticias no es reciente. El ritual tiene su tiempo y va paralelo a la campaña de demolición de la credibilidad de la prensa en la que está empeñado el oficialismo. Semanas atrás, Correa apenas si aludió a la nacionalización de ciudadanos cubanos, al margen de la Ley , que involucró al ex subsecretario de RREE de Guayaquil; el funcionario fue detenido y puesto luego en libertad. La impunidad prosigue.
Tan prolijo como cuestionador, en el segmento "La libertad de expresión ya es de todos", durante los monólogos sabatinos, el presidente Correa se refiere al detalle de las noticias que publica la prensa, descalifica sus contenidos, a quienes las publican y a los dueños de los medios, pero olvida referirse a las informaciones que advierten de la creciente violencia en las calles y de la corrupción en el Gobierno de las manos limpias.
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