Francisco Febres Cordero
Tonces subieron por las faldas del Pichincha los buenos, que iban a derrotar a los malos, o sea a los representantes del rey. A la cabeza del ejército libertario estaba el Sucre, y a la cabeza del ejército realista, el dólar. Ay no, qué bruto, el Aymerich, quise decir. Cuando estaban en plena escalada para ganar las alturas y desde ahí sorprender a los realistas, los patriotas se encontraban al borde del soponcio porque tenían que empujar los cañones, cargar pólvora, alimentos y las vituallas necesarias para la batalla que sellaría nuestra independencia. Mientras los realistas ascendían por el flanco derecho, los patriotas lo hacían por el flanco izquierdo, que era su preferido.
Al mando de uno de los pelotones estaba un pelotón, ¡ay no, qué bruto!, un mocetón fornido, que, ataviado con su traje de boy scout, hizo un alto en medio de la ladera para desayunar, acción que fue vitoreada por el resto de los pelotones que le acompañaban. En efecto, las guarichas que iban con los patriotas ofrecieron al boy scout y a su pelotón cebiche de concha, bolón de verde, guatita, hornado, llapingachos y jugo de mora, mientras el chef belga ofrecía una bouillabaisse de poisson al aioli revolucioanrí patriotíc, manjares que dieron a los soldados fuerzas para proseguir su ascenso. En eso sonó el primer cañonazo enemigo. ¡Cof, cof!, los patriotas se atoraron y empuñaron sus fusiles, mientras el líder ofrecía que en la próxima batalla iba a establecer los desayunos itinerantes, como estrategia para despistar al enemigo.
El líder desplegó un mapa y ordenó ir más hacia la izquierda, instante en que sonaron otros cañonazos enemigos que fueron respondidos por los patriotas, alentados por la voz de su líder, que acompañaba cada disparo con gritos de tomen pitufos para que aprendan, ahí les va este misil, pelucones mediocres, mueran cachetones, enanos latin lovers, realistas disfrazados de periodistas que no han ganado jamás una elección, gallinazos, matones de barrio, caretucos, términos que llegaron a los oídos de los enemigos que, como españoles que eran, respondieron con voces de ahí os enviamos este disparo, gilipollas, a ver si soportais estos bazucazos, so guarros, madridistas, granujas, viceberzas, truhanes, lo cual produjo una contraofensiva feroz del líder que, junto con un cañonazo mandó a todo el bando enemigo a la casa de la verbena. Pero de la verbena de la paloma, frase letal que no halló una respuesta a tono por parte de los realistas, que quedaron desconcertados.
Viendo que el enemigo se debilitaba ante semejante ofensiva, el líder aprovechó para reforzar su táctica de combate y, en cadena nacional, anunciar que la revolución estaba en marcha y que la patria ya era de todos.
Fue tal el impacto que tan genial estrategia bélica causó entre los realistas, que comenzaron a desmoronarse moralmente. ¡Joder!, se decían unos a otros, nos está despedazando el patriota ese que no para de insultarnos.
Sin poder replicar los disparos verbales y viéndose totalmente perdidos, los realistas arriaron su bandera y se marcharon derrotados, cabizbajos, mientras los patriotas gritaban ¡ganamos!, ¡viva la revolución! ¡Abajo los pelucones! ¡La patria ya es de todos! ¡Viva nuestro nuevo rey, viva, viva!
No hay comentarios:
Publicar un comentario