primero, el "as" del ex funcionario de esa empresa que confirmó y amplió la denuncia de Fabricio cuando,
con pelos, señales y sobres manila,
relató las entregas de dinero para proteger el funcionamiento del millonario negocio.
Segundo, los sobornos se habían bautizado con el nombre de códigos.
Y a quien le calentaban la mano, le asignaban un código sin que se enterara ni siquiera el brácigo.
Vinicio, uno de los mencionados, ya ha interpuesto demanda contra el denunciante.
No todos tenían código: por ejemplo, Pierina "solo" recibió material para la campaña y una fiesta en la que se escuchó el "Mariachi loco".
Tampoco el asambleísta Cassineli, del movimiento oficialista AP, tenía código;
en este caso, la acusación es de conflicto de intereses, aunque, como su nombre lo indica, su estudio jurídico estaba predestinato a defender a los casinos de Invermun.
El último as bajo la manga es el de las coincidencias:
la mayor de todas es que, pese a las amenazas de SM de cerrar los casinos y triturar las máquinas de juego,
algún poderoso caballero hizo el milagro de que Invermun siguiera vivita y coleando.
Como se dice en los juegos de azar,
la banca siempre gana...
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