¡Qué rápido transforma sus lágrimas en risas, señor Presidente! ¡Qué rápido las normas básicas de respeto usted las olvida!
La alta dignidad que usted ostenta debe más bien significarle una responsabilidad frente al resto, es decir, los comunes mortales que tenemos la suerte, o mala suerte, de ser sus mandantes. El enlace sabatino del 10 de octubre del 2009 fue una clara muestra de esto, al referirse usted a su fallecido asesor Anthony Villamar (que en paz descanse) como aquel que nos dio “la del zorro: una paliza” a los ‘majaderos’ de la Católica, el 16 de agosto del 2008, en el campus de esa universidad. Aquel día que usted pretendió irrumpir en un ambiente democrático y pacífico con su discurso absolutista e instigador de violencia.
Usted se vanagloria de la “paliza’’ que nos dio Anthony Villamar, para luego decir que “él actuó en legítima defensa”. Pregunto yo, ¿es acaso actuar en defensa propia atacar cobardemente por la espalda no a uno, sino a varios compañeros míos?
¿Acaso referirse al fallecido señor Villamar de esa manera es honrar su memoria y contribuir al ambiente de paz que debe primar después de su muerte? O peor aún, ¿es esa su manera de mostrar respeto a los familiares del señor Villamar?
De responder afirmativamente a mis preguntas, ¡será una clara muestra de que usted no ha aprendido nada nuevo en el ejercicio de su cargo!
Rechazo la manera en que usted utilizó la muerte del señor Villamar para su “show” del sábado y me solidarizo con los familiares del fallecido, ya que no merece que utilicen su muerte tan pública e imprudentemente en un “show” de irrespeto al Ecuador entero, como lo son sus enlaces sabatinos.
Está de más decir que el viernes 9 de octubre quedó en evidencia que usted no ha logrado su objetivo de dividir a Guayaquil, ya que la ciudad demostró estar más unida que nunca en la lucha contra todo aquello que pretende retrasar el progreso y el bienestar urbanos.
¡Guayaquil no necesita de caudillos como usted, que pretenden dividir a los guayaquileños contra guayaquileños, porque aquí en Guayaquil no hemos caído en su trampa. Considérese persona no grata, no solo en Guayaquil sino en cualquier parte del país donde exista la iniciativa de crecer y progresar en unidad –no en división– a base de trabajo y esfuerzo, mas no de regalos y bonos!
Su discurso no denota unión, sino división. Su discurso no es de alguien a quien le importe la seguridad, sino la popularidad. Su discurso no es creíble, sino que es el típico discurso del populista que habla con los ojos cerrados y promete cosas increíbles. Su vanidad es ajena a la realidad.
Ya lleva casi tres años de Gobierno y sigue culpando a administraciones anteriores de lo que usted es incapaz de resolver.
Ya no hay excusas. Ha pasado el tiempo suficiente como para culpar a gobiernos anteriores. O ¿no es acaso de mediocres culpar a otros de sus propios males? Los ciudadanos exigimos respeto y unidad, pero si de eso usted es incapaz, es mejor que se vaya a su casa y deje de enfermar al pueblo ecuatoriano con su discurso de odio, que no resuelve de ninguna manera el problema de inseguridad; más bien lo agrava, porque usted lo mide en números y demagogias y no con la terrorífica y violenta realidad.
La alta dignidad que usted ostenta debe más bien significarle una responsabilidad frente al resto, es decir, los comunes mortales que tenemos la suerte, o mala suerte, de ser sus mandantes. El enlace sabatino del 10 de octubre del 2009 fue una clara muestra de esto, al referirse usted a su fallecido asesor Anthony Villamar (que en paz descanse) como aquel que nos dio “la del zorro: una paliza” a los ‘majaderos’ de la Católica, el 16 de agosto del 2008, en el campus de esa universidad. Aquel día que usted pretendió irrumpir en un ambiente democrático y pacífico con su discurso absolutista e instigador de violencia.
Usted se vanagloria de la “paliza’’ que nos dio Anthony Villamar, para luego decir que “él actuó en legítima defensa”. Pregunto yo, ¿es acaso actuar en defensa propia atacar cobardemente por la espalda no a uno, sino a varios compañeros míos?
¿Acaso referirse al fallecido señor Villamar de esa manera es honrar su memoria y contribuir al ambiente de paz que debe primar después de su muerte? O peor aún, ¿es esa su manera de mostrar respeto a los familiares del señor Villamar?
De responder afirmativamente a mis preguntas, ¡será una clara muestra de que usted no ha aprendido nada nuevo en el ejercicio de su cargo!
Rechazo la manera en que usted utilizó la muerte del señor Villamar para su “show” del sábado y me solidarizo con los familiares del fallecido, ya que no merece que utilicen su muerte tan pública e imprudentemente en un “show” de irrespeto al Ecuador entero, como lo son sus enlaces sabatinos.
Está de más decir que el viernes 9 de octubre quedó en evidencia que usted no ha logrado su objetivo de dividir a Guayaquil, ya que la ciudad demostró estar más unida que nunca en la lucha contra todo aquello que pretende retrasar el progreso y el bienestar urbanos.
¡Guayaquil no necesita de caudillos como usted, que pretenden dividir a los guayaquileños contra guayaquileños, porque aquí en Guayaquil no hemos caído en su trampa. Considérese persona no grata, no solo en Guayaquil sino en cualquier parte del país donde exista la iniciativa de crecer y progresar en unidad –no en división– a base de trabajo y esfuerzo, mas no de regalos y bonos!
Su discurso no denota unión, sino división. Su discurso no es de alguien a quien le importe la seguridad, sino la popularidad. Su discurso no es creíble, sino que es el típico discurso del populista que habla con los ojos cerrados y promete cosas increíbles. Su vanidad es ajena a la realidad.
Ya lleva casi tres años de Gobierno y sigue culpando a administraciones anteriores de lo que usted es incapaz de resolver.
Ya no hay excusas. Ha pasado el tiempo suficiente como para culpar a gobiernos anteriores. O ¿no es acaso de mediocres culpar a otros de sus propios males? Los ciudadanos exigimos respeto y unidad, pero si de eso usted es incapaz, es mejor que se vaya a su casa y deje de enfermar al pueblo ecuatoriano con su discurso de odio, que no resuelve de ninguna manera el problema de inseguridad; más bien lo agrava, porque usted lo mide en números y demagogias y no con la terrorífica y violenta realidad.
Francisco Ycaza
Abogado y ‘majadero’, Guayaquil
CARTAS AL DIRECTOR
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