Manuel Ignacio Gómez Lecaro
De un solo toque, la patria ya es de ellos. El supuesto movimiento del cambio recibe, de brazos abiertos, al partido de la guatita y las mochilas escolares.
En nuestra política todo vale. Lo importante es alcanzar los votos necesarios. Alianza PAIS está en su derecho. No es el primero, ni será el último.
¿Qué pueden tener en común, por ejemplo, María Paula y Dalo? ¿Una misma visión política? ¿Compartido gusto por la música cristiana? Nada de eso. Tienen en común, por voluntad propia o imposición de arriba, los intereses de Rafael Correa y su círculo cercano.
Leo que están incómodos varios asambleístas de Alianza PAIS. ¿Cómo no estarlo? El hermano del Presidente se parece tanto a los parientes de esa partidocracia que ellos se pasan criticando. Y ahora su partido ha llegado a un acuerdo con el PRE, abanderado de las mañas de esa misma partidocracia. ¿Cómo no sentirse incómodo con estos nuevos amigos impuestos desde Carondelet?
Según El Comercio, Marcos Martínez, asambleísta de Alianza PAIS, dijo que “cualquier acuerdo con el PRE me despierta serias sospechas, parece que nos hemos olvidado de los hechos del pasado reciente, un acuerdo con el PRE es un acuerdo con la mafia política y económica…”.
Pero no deberíamos sorprendernos. Cada día es más claro que el único real cambio que ha traído este Gobierno es reemplazar las corbatas y guayaberas por las camisas decoradas. Pura imagen. De fondo nada. Se repiten las prácticas de siempre. Y hasta las superan.
Abdalá Bucaram pide que el Gobierno de Correa investigue su remoción del poder en el año 97. Al igual que Correa se ha opuesto con tanta pasión al golpe contra Zelaya en Honduras, ahora deberá apoyar al compañero de Panamá. “Si reclamamos por el golpe a Zelaya… tenemos que aprender a reclamar por el golpe a Bucaram”, señaló el loco que ama.
Todo esto lleva a pensar que pronto tendríamos con nosotros a Abdalá, en helicóptero, con brazos en alto, y su velero llamado libertad. Más allá de los escándalos políticos y los juicios por malversación de fondos en contra de Bucaram, sus “coincidencias” políticas con el actual Gobierno lo ayudarían a regresar.
Ricardo Patiño dice que no hay pacto alguno con el PRE. Que solo hay coincidencias con respecto al proyecto político del Gobierno. Dalo Bucaram ha dicho que tiene fe en el proceso de cambio que vive el país que es “la única salida para terminar con la partidocracia…”. Levante la mano el que les cree.
Quién sabe. Tal vez tantos años de amarres bajo la mesa y acuerdos chuecos nos han vuelto demasiado desconfiados. Tal vez este grupo de asambleístas, muy rimbombantemente denominados “Acuerdo Democrático por la Descentralización y la Equidad”, se han unido al Gobierno desinteresadamente, pensando solo en el bienestar de los ecuatorianos.
Pero si la cosa no es así, preferiría que nos digan de frente, por ejemplo: “Compañeritos, les informamos del pacto al que hemos llegado. A cambio del apoyo y los votos de los asambleístas del PRE, nos inventaremos una comisión para estudiar el caso del compañero Abdalá, cuya conclusión será que nuestro loco es inocente y debe regresar”.
En nuestra política todo vale. Lo importante es alcanzar los votos necesarios. Alianza PAIS está en su derecho. No es el primero, ni será el último.
¿Qué pueden tener en común, por ejemplo, María Paula y Dalo? ¿Una misma visión política? ¿Compartido gusto por la música cristiana? Nada de eso. Tienen en común, por voluntad propia o imposición de arriba, los intereses de Rafael Correa y su círculo cercano.
Leo que están incómodos varios asambleístas de Alianza PAIS. ¿Cómo no estarlo? El hermano del Presidente se parece tanto a los parientes de esa partidocracia que ellos se pasan criticando. Y ahora su partido ha llegado a un acuerdo con el PRE, abanderado de las mañas de esa misma partidocracia. ¿Cómo no sentirse incómodo con estos nuevos amigos impuestos desde Carondelet?
Según El Comercio, Marcos Martínez, asambleísta de Alianza PAIS, dijo que “cualquier acuerdo con el PRE me despierta serias sospechas, parece que nos hemos olvidado de los hechos del pasado reciente, un acuerdo con el PRE es un acuerdo con la mafia política y económica…”.
Pero no deberíamos sorprendernos. Cada día es más claro que el único real cambio que ha traído este Gobierno es reemplazar las corbatas y guayaberas por las camisas decoradas. Pura imagen. De fondo nada. Se repiten las prácticas de siempre. Y hasta las superan.
Abdalá Bucaram pide que el Gobierno de Correa investigue su remoción del poder en el año 97. Al igual que Correa se ha opuesto con tanta pasión al golpe contra Zelaya en Honduras, ahora deberá apoyar al compañero de Panamá. “Si reclamamos por el golpe a Zelaya… tenemos que aprender a reclamar por el golpe a Bucaram”, señaló el loco que ama.
Todo esto lleva a pensar que pronto tendríamos con nosotros a Abdalá, en helicóptero, con brazos en alto, y su velero llamado libertad. Más allá de los escándalos políticos y los juicios por malversación de fondos en contra de Bucaram, sus “coincidencias” políticas con el actual Gobierno lo ayudarían a regresar.
Ricardo Patiño dice que no hay pacto alguno con el PRE. Que solo hay coincidencias con respecto al proyecto político del Gobierno. Dalo Bucaram ha dicho que tiene fe en el proceso de cambio que vive el país que es “la única salida para terminar con la partidocracia…”. Levante la mano el que les cree.
Quién sabe. Tal vez tantos años de amarres bajo la mesa y acuerdos chuecos nos han vuelto demasiado desconfiados. Tal vez este grupo de asambleístas, muy rimbombantemente denominados “Acuerdo Democrático por la Descentralización y la Equidad”, se han unido al Gobierno desinteresadamente, pensando solo en el bienestar de los ecuatorianos.
Pero si la cosa no es así, preferiría que nos digan de frente, por ejemplo: “Compañeritos, les informamos del pacto al que hemos llegado. A cambio del apoyo y los votos de los asambleístas del PRE, nos inventaremos una comisión para estudiar el caso del compañero Abdalá, cuya conclusión será que nuestro loco es inocente y debe regresar”.
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