miércoles, 29 de julio de 2009

La verdad

Editorial
El presidente Rafael Correa le ha pedido a los medios de comunicación que “paren las agresiones”. Con enorme gusto complaceríamos al Primer Mandatario si no fuese porque discrepamos completamente en qué debe entenderse por “agresión”.
Para el Presidente, “agresión” es denunciar que su amigo de toda la vida y ex Superintendente de Compañías trataba de prostitutas a sus empleadas y les cobraba diezmos. Es revelar que la construcción de estadios deportivos se convirtió en un negociado en el Ministerio de Deportes. Es mostrar que los techos de las casas del Ministerio de la Vivienda volaban. Es contarle al público sobre los millonarios contratos de su hermano mayor con el Estado. Es demostrar que la CFN concedió créditos en condiciones irregulares. Es filmar a la policía pateando a los pobladores de Dayuma o a las estudiantes de la Universidad Católica de Guayaquil. Es revelar cómo en Petroecuador se sigue prorrogando la “emergencia”. Es informar del multimillonario gasto en publicidad oficial. Es hacer públicas las estadísticas de asesinatos, robos y secuestros. Es llevar el registro de insultos y procacidades del Presidente. Es publicar los nombres de la docena de ciudadanos de a pie que acabaron en la cárcel por el mal genio del máximo funcionario de la nación. Es describir con detalles su avión presidencial o a su cocinero extranjero. Es informar de las decenas de indicios de que grupos violentos colombianos tuvieron acceso a altas esferas del poder.
Para la prensa, estas no son agresiones. Es informar la verdad. Lo hemos hecho siempre, y lo seguiremos haciendo.

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