Altísima Majestad: Quiero hacerle un pequeño recuento
de mis primeras horas
en el cuarto Ministerio que Ud
se ha dignado encomendarme.
No me he asustado mucho,
porque quedan ya muy pocas momias cocteleras
y más bien unos jóvenes diplomáticos,
que huelen a tabaco y chanel
y que son muy agenciosos y devotos de la revolución ciudadana.
El sillón asignado no me produjo tampoco demasiada desazón,
acostumbrado como estuve a ocupar el sillón de Aspiazu,
en el antiguo Banco del Progreso,
cuando Ud. tuvo a bien crear
para mi persona
lo que fue el Ministerio del Litoral,
desde donde luchamos contra aquel que sabemos,
y que ahora Ud. ha entregado a la familia Senplades,
para que produzca los alborotos consiguientes en el Puerto Principal.
Una vez instalado el Ministerio
decidí trazar un mapa, sobre el cual,
con un marcador verde,
señalé a los amigos de SM,
como Don Chávez,
Don Ortega,
Don Evo
y el lejano Don Mahmud Ahmadinejad;
y con otro marcador de tinta invisible,
a los malos que,
por razones de protección contra cualquier conspiración nacional,
internacional
o extra terrestre,
me reservo para indicarle personalmente
y deseo consultarle cuáles son los menos malos,
si chinos,
canadienses
u otros
y aquellos a quienes debo introducir los fideicomisos por las orejas.
Le agradezco también porque Ud. a ha pensado en mi habilidad, con los videos,
para acompañarle al camarada Elhers de La Televisión en lo del ITT.
Richard.
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