Un tal señor Víctor Barahona, tesorero del movimiento Alianza País, en entrevista ofrecida a la prensa corrupta, dijo que "Pagar el hotel a los señores de los manteles fue contribución humanitaria". Ellos venían a Quito, dijo, "y se trataba de gente muy pobre en algunos casos. Yo llamé a Fabricio, y él me dijo sí puedes ayudar a esta gente"
(cita textual).
Estos son los gestos de las manos limpias y los corazones ardientes que conmovieron hasta las lágrimas a los Ades, Pachas, chinescos, dalos y otros desvalidos que apenas ganan alguna cosita en la Asamblea y que se volvieron de la noche a la mañana de corazones ardientes y, siguiendo los consejos del pastor Patiño, votaron por el Corcho, eterno flotador, para que, aunque sean cola de león en las comisiones legislativas, al menos reciban la mirada ojiverde y benevolente de Su Majestad y no sean insultados todos los fines de semana.
Es que ellos son de principios firmes y no como la vieja partidocracia corrupta de mayorías móviles, repartos, manteles y servilletas. Ellos, como los otros, los desvalidos de los manteles, han jurado fidelidad eterna, ya no al corazón misericordioso de Fabricio, atravesado por una espada de juguete, como en las comedias de la escuela, sino a aquellos que todos los días se miran en el espejo y dan gracias, como unos antiguos fariseos, "porque no son como los demás hombres", sino bastante más guapos.
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