César Coronel Garcés
El título de mi artículo es también el título de la convocatoria que un grupo de ciudadanos está haciendo para mañana, jueves 8 de abril, en la ciudad de Guayaquil, al pie de la plaza San Francisco, para protestar contra la sentencia que podría poner tras las rejas al valiente comunicador Emilio Palacio; además, es una invitación a que no callemos y a que defendamos nuestro derecho a expresarnos.
La libertad de poder expresarnos es un derecho cuyo ejercicio cada vez se vuelve más peligroso, sobre todo desde que el Gobierno, de manera frontal y descarada, manipula todas las funciones del Estado y, especialmente, a los jueces.
Me preocupa bastante la sentencia emitida en contra de Emilio. No solo que demuestra sumisión de la Justicia ante la dictadura, sino que, además, es una seria advertencia, una amenaza a quienes nos atrevemos a llamar a las cosas por su nombre y no estamos dispuestos a callar. La semana pasada, recibí numerosos comentarios por mi editorial "¿Estamos dispuestos a callar?, ¡yo no!".
Me alegra y me es muy satisfactorio haber recibido muchos correos y mensajes de personas cuya respuesta fue clara y contundente: comparten mi decisión de no callar ante la dictadura. Por historia, el ecuatoriano ha sido valiente y luchador. A todos ellos, los invito a que estén presentes en aquella manifestación ciudadana en contra de quienes, a través de triquiñuelas judiciales, quieren atemorizarnos.
Varias personas ya lo hemos dicho: cuando el presidente Correa tilda de matón a cualquier ecuatoriano, nadie mueve un solo dedo.
Pero si usted o yo, con el más mínimo olor de ser opositores, decimos algo que disguste al poderoso, inmediatamente, recibiremos un proceso judicial con sentencia de cárcel dictada desde Carondelet por atrevemos a levantar la cabeza y alzar la voz. Eso es justo lo que hizo Emilio Palacio, un ciudadano al igual que usted y yo, en capacidad de ejercer nuestra calidad de mandantes en todo momento.
Emilio fue valiente; la valentía no puede ser pagada con cárcel. Esa valentía será premiada por el apoyo de miles de ciudadanos que estaremos una vez más venciendo el miedo, levantando nuestra voz y defendiendo la libertad, la de sus hijos, la de sus nietos, la suya, la mía.
El dictador debe darse cuenta de que ya estamos cansados del abuso y de que si la democracia y la libertad que los ecuatorianos defendemos es algo que a él le disgusta, entonces, que renuncie, ¡que lo haga ya!
El dictador pretende que sus jefes, nosotros, los mandantes, temblemos ante su poder; se empezará a sorprender y él sí empezará a temblar cuando los ecuatorianos le demostremos que estamos hartos del abuso. Quien nos gobierna actúa con violencia; ante ello, los invito hoy a ejercer nuestro derecho a la resistencia y, con la cabeza en alto, decirle que no nos quedaremos callados.
No cometamos el error de quedarnos callados. Salgamos a las calles, sigamos venciendo el miedo. El odio no es necesario y la violencia es despreciable. Hagámoslo de manera cívica y altiva. La libertad la hemos defendido a lo largo de la historia, en muchas ocasiones y de diversas formas; por lo tanto, sabemos cómo hacerlo y tenemos con qué.
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