Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Lo leo y no lo creo.
Correa agradece el premio que le entrega la Universidad de Illinois con un discurso sorprendentemente pro norteamericano y hasta liberal. Un discurso que no calza con el orador.
“Si en América Latina se comete un error, le vamos a tirar piedras a la Embajada de Estados Unidos. Es decir, la culpa jamás es nuestra, siempre es de los demás, y de esta forma no establecemos responsabilidades, peor correctivos…”, dijo el Presidente. Y continuó: “Incluso nos inventamos toda una teoría para echar la culpa a terceros de nuestra pobreza: la Teoría de la Dependencia, es decir, nosotros éramos pobres porque ustedes eran ricos… Para poder resolver nuestros problemas debemos aceptar que los principales –aunque no los únicos– responsables de nuestra situación somos nosotros mismos”.
¡Correa criticando la teoría de la dependencia! No sé si interpretar esto como chiste privado, ironía o simple descuido de quien escribió el discurso. Este Gobierno y el Socialismo del Siglo XXI son herederos directos de esta teoría, según la cual nuestro subdesarrollo no es nuestra culpa, sino de otros: los países poderosos, las multinacionales, el Fondo Monetario, etcétera. Correa, el liberal, ahora critica esta postura. Sería bueno que también la practicara.
Otra perla: “¡Qué daño ha hecho el paternalismo en América Latina!”, dijo Correa. Condorito hubiese hecho plop. Yo al leer esto me froté bien los ojos y lo volví a leer despacio. Correa, el despilfarrador, el de los infinitos bonos, el que en estos tres años se ha concentrado en dar pescado en lugar de enseñar a pescar, el que ha desplazado la iniciativa y trabajo individual por la intromisión de un todopoderoso Estado y una inmensa burocracia, ¡ahora critica el paternalismo!
Hay más. Luego de alabar varios valores y virtudes de la cultura gringa, Correa criticó nuestra “cultura de la trampa, es decir, un inexplicable deseo de romper las reglas de juego formalmente establecidas”. El mismo Correa que convenientemente se ha inventado eternas “emergencias” en este país para saltarse las reglas, predica ahora contra la cultura de la trampa. Correa criticó también “la cultura del poder, donde las acciones se dan en función no de los derechos y obligaciones establecidas por las reglas formales, sino por la conveniencia del coyunturalmente más poderoso”. Creo que está de más una opinión ante lo irónica que suena esta frase en quien la pronuncia.
Pero no todo sonó a ironía o doble discurso. Hubo anécdotas divertidas y sobre todo un gran momento de lucidez. Queriendo hacer chiste, el Presidente resultó muy sincero cuando dijo: “…Muchos dicen que Colón fue el primer economista, ya que cuando partió, no sabía dónde iba, cuando llegó, no sabía dónde estaba, y todo fue pagado por el gobierno”. Nuestro Colón criollo del siglo XXI nunca se había descrito con tanta precisión.
Los estudiantes en el auditorio seguramente salieron encantados ante las palabras tan claras de este “liberal” presidente latinoamericano. No saben la contradicción e ironía de lo que escucharon.
Estaríamos en una situación distinta si este fuese el discurso que Correa repitiera y sobre todo practicara. Si estas palabras no se quedaran sepultadas en la tierra de Obama.
Nunca es tarde.
Correa puede leer y empezar a practicar sus propias palabras.
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