Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Silvio Rodríguez y Carlos Alberto Montaner se han escrito algunas cartas. Cartas frontales y críticas. Sobre lo que piensan de Cuba, del socialismo, de la realidad que se vive en la isla, del futuro.
Silvio es cantante, músico, compositor. Un ícono de la revolución cubana. Carlos Alberto es periodista y analista político. Considerado uno de los enemigos del régimen castrista. Los une el deseo de una Cuba mejor. Los separa un abismo ideológico.
Silvio tiene el privilegio de pocos: vivir libre en Cuba. Va de gira por el mundo y regresa a su casa con los dólares y euros con los que el capitalismo mundial le compra discos y le paga entradas a sus conciertos. Sus canciones merecen ese éxito, a pesar de su vergonzoso apoyo a la dictadura.
Siendo un joven estudiante, Carlos Alberto fue condenado a veinte años de prisión por su oposición a la dictadura cubana. Por suerte escapó de la cárcel, se asiló en la embajada venezolana (¡no le hubiera servido de mucho en estas épocas!) y logró huir de Cuba. Montaner promueve ideas de libertad y valores democráticos que tanta falta le hacen a la isla.
Las cartas entre estos dos cubanos muestran sus enormes diferencias. Silvio sigue sumergido en ese discurso oficial antiimperialista que ignora las inmensas deficiencias, atropellos e injusticias del régimen cubano. Montaner busca sacar a Cuba de esta dictadura que ha oprimido ya a tres generaciones, para iniciar una era libre y democrática
El mismo Silvio hace poco dio un sutil giro en su discurso. Dijo que hay que superar la “erre” de revolución para iniciar en Cuba una “evolución”.
Silvio insiste en el fin del embargo. Montaner está de acuerdo. Pero le aclara que no es el bloqueo el culpable del desastre económico en Cuba, sino “la inherente improductividad de los sistemas colectivistas de corte marxista-leninista”.
Montaner concluye su última carta proponiendo a Silvio crear “un comité para luchar… contra el embargo norteamericano, a favor de conceder la amnistía a los presos políticos, a favor de otorgar el derecho a la libertad de asociación y expresión, a favor de que los cubanos puedan entrar y salir libremente de Cuba”.
Lastimosamente, Silvio cierra el diálogo con un breve comunicado final. Dice que no puede pasarse la vida escribiendo estas cartas. Más bien, creo que Silvio se quedó sin argumentos y temió perder sus privilegios.
El simple hecho de que estas dos figuras antagónicas dialoguen es novedoso y esperanzador para Cuba. La bloguera cubana Yoani Sánchez se pregunta si este diálogo “es la señal de arrancada para que en el interior del país un miembro del partido comunista pueda sentarse a dialogar con otro que pertenece a un grupo de la oposición. ¿Estaremos asistiendo al derrumbe de las paredes interiores que nos aislaron a unos de otros?”.
Este diálogo, entre dos importantes figuras que critican y defienden el régimen cubano, no cambiará las cosas. Pero muestra que algo está pasando. Junto a las letras de Yoani, las concentraciones de las damas de blanco, y la oposición silenciosa de miles de jóvenes cubanos listos para el cambio, parece más cercano el fin de esta inadmisible dictadura que solo unos pocos políticos desorientados apoyan todavía.
Lean las cartas.
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