Francisco Febres Cordero
¡Viva la fiesta! Muy bien me parece que el excelentísimo señor Presidente de la República celebre su tercer año de gobierno con un incesante despliegue de discursos, proclamas, cadenas, músicas, bailes y una enorme caravana de buses que viaja de aquí para allá llevando miles de personas para que griten, aplaudan, bailen, coman y beban, como en todo festejo que se respeta.
Y es que, al fin y al cabo, son tres años en que la patria ya es de todos. Tan de todos, que solo los pelucones son apátridas. Bueno, y también los vendepatrias de la oposición. Y los indios apátridas que hacen marchas. Y los periodistas de la prensa corrupta. Y los Iteteses con su infantilismo ecológico. Y los economistas que no saben nada de economía y, como no saben, no quieren que el Gobierno gaste como loco y se endeude también como loco. Y los horribles pacifistas que se oponen a la creciente compra de armas. Y los estúpidos cara e’tucos que no entienden que la inseguridad ciudadana es culpa de la larga noche neoliberal y que la violencia es solo una percepción. Salvo todos estos retrógrados, la patria ya es de todos.
Porque ha de saberse que la patria se fundó en Montecristi con la construcción de unas bellas, modernas edificaciones, con cenizas incluidas, que sirvieron de sede para la Asamblea. Lo malo es que como está un poquito cuarteada del monte para abajo, hacia el lado de Cristi, tal vez no aguante para otra Asamblea. Pero cuando estaba todavía sin cuartearse mucho, también se festejó allí la expedición de la nueva Constitución que es bien incluyente de ellos y ellas y de la Pachamama y la sumak kawsai y del diversidad y la diversidad y del ecosistema y la ecosistema y de todo mismo. Y misma.
Lo cierto es que antes de Montecristi no había patria. Había solo una larga noche neoliberal que era bien oscura. Pero no pues por culpa de estos bellos, románticos apagones con que el Correa celebra su tercer año de gobierno, sino por culpa de quienes la gobernaban que eran todos, todos, unos pobres hombres y no como los de ahora que son unos ricos hombres. Cómo serán de ricos, que algunos hasta se comen los cheques que les sobran de su paso por los ministerios y de los contratos sin licitación y de las magnas obras sin control que se hacen a lo largo y ancho de la patria, que ya es de todos. De todos, pero un poquito más es de ellos, claro.
Pero un poquito más nomás. No vayan a creer. O sea el poquito que les representa volar en aviones privados, tener chef belga, andar en carros custodiados por cien guardaespaldas que van en otros carros que, como la patria, son de todos, y gastar la plata del fisco en orquestas, comilona y baile. Sobre todo la patria es de todos los que le hacen una mala seña al excelentísimo señor Presidente de la República y terminan presos, los pobres, en esas cárceles que son de todos.
O sea bien está que festejen nomás arriba de muchas tarimas los tres años de la revolución ciudadana. Bien merecido lo tienen porque nos han dado mucha felicidad y muchos insultos y muchas cadenas y también clausuras que agradecemos mucho, pero mucho. Tanto, que ya lloro de la emoción. ¡Viva la fiesta!
Y es que, al fin y al cabo, son tres años en que la patria ya es de todos. Tan de todos, que solo los pelucones son apátridas. Bueno, y también los vendepatrias de la oposición. Y los indios apátridas que hacen marchas. Y los periodistas de la prensa corrupta. Y los Iteteses con su infantilismo ecológico. Y los economistas que no saben nada de economía y, como no saben, no quieren que el Gobierno gaste como loco y se endeude también como loco. Y los horribles pacifistas que se oponen a la creciente compra de armas. Y los estúpidos cara e’tucos que no entienden que la inseguridad ciudadana es culpa de la larga noche neoliberal y que la violencia es solo una percepción. Salvo todos estos retrógrados, la patria ya es de todos.
Porque ha de saberse que la patria se fundó en Montecristi con la construcción de unas bellas, modernas edificaciones, con cenizas incluidas, que sirvieron de sede para la Asamblea. Lo malo es que como está un poquito cuarteada del monte para abajo, hacia el lado de Cristi, tal vez no aguante para otra Asamblea. Pero cuando estaba todavía sin cuartearse mucho, también se festejó allí la expedición de la nueva Constitución que es bien incluyente de ellos y ellas y de la Pachamama y la sumak kawsai y del diversidad y la diversidad y del ecosistema y la ecosistema y de todo mismo. Y misma.
Lo cierto es que antes de Montecristi no había patria. Había solo una larga noche neoliberal que era bien oscura. Pero no pues por culpa de estos bellos, románticos apagones con que el Correa celebra su tercer año de gobierno, sino por culpa de quienes la gobernaban que eran todos, todos, unos pobres hombres y no como los de ahora que son unos ricos hombres. Cómo serán de ricos, que algunos hasta se comen los cheques que les sobran de su paso por los ministerios y de los contratos sin licitación y de las magnas obras sin control que se hacen a lo largo y ancho de la patria, que ya es de todos. De todos, pero un poquito más es de ellos, claro.
Pero un poquito más nomás. No vayan a creer. O sea el poquito que les representa volar en aviones privados, tener chef belga, andar en carros custodiados por cien guardaespaldas que van en otros carros que, como la patria, son de todos, y gastar la plata del fisco en orquestas, comilona y baile. Sobre todo la patria es de todos los que le hacen una mala seña al excelentísimo señor Presidente de la República y terminan presos, los pobres, en esas cárceles que son de todos.
O sea bien está que festejen nomás arriba de muchas tarimas los tres años de la revolución ciudadana. Bien merecido lo tienen porque nos han dado mucha felicidad y muchos insultos y muchas cadenas y también clausuras que agradecemos mucho, pero mucho. Tanto, que ya lloro de la emoción. ¡Viva la fiesta!
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