Manuel Ignacio Gómez Lecaro
Nuestras empresas públicas rara vez funcionan. Salvo excepciones, suelen ser centros de corrupción, ineficiencia, piponazgo, clientelismo, pérdidas millonarias.
Y sin embargo, nuestro Presidente se lanza a crear nuevas empresas públicas. Por decreto presidencial, ahora el Gobierno tendrá su Empresa Nacional de Fármacos de Ecuador (Enfarma), su Empresa Nacional Minera (Enami) y su Empresa Pública Cementera. A estas se suma su nueva Agencia de Noticias del Ecuador y Sudamérica (Andes); además de empresas que ya existían, como Petroecuador, CNT, Alegro. Podemos añadirle también los canales de televisión y empresas incautadas de las que no escuchamos planes de venta todavía. Y la Empresa Exportadora Estatal de Banano que se ha anunciado. Carlos Slim empieza a verse pequeño frente al creciente holding empresarial Correa.
El Presidente quiere ser minero, bananero, producir medicinas, noticias y cemento. Y cree que puede hacerlo mejor que las empresas privadas expertas en cada unas de estas áreas. O peca de excesivo optimismo e ingenuidad al creer que ahora sí las empresas públicas funcionarán. O tal vez solo quiere tener más lugares donde darle trabajo a compañeritos, simpatizantes y Patiño.
Cuando la plata es de todos, termina siendo de nadie. Nadie responde por estas empresas que en teoría son de todos los ecuatorianos. A diferencia del sector privado, donde personas de carne y hueso arriesgan su plata; en el sector público nadie sufre por unos millones menos o más. Los gerentes llegan, cobran sus sueldos, y se van. Los empleados buscan asegurarse buenos contratos colectivos, antes que ser más productivos. Y nada de eso cambiará, ni porque Correa se ponga bravo, o Alvarado les haga a estas empresas unas lindas campañas publicitarias.
Si bien el Gobierno ha hecho esfuerzos por mejorar las empresas públicas, no hay razón para crear nuevas. Suficiente con mantener las existentes, que en muchos casos deben ya venderse. Alegro, por ejemplo, lleva pérdidas acumuladas de más de 200 millones de dólares. Hace ya un año, Correa dijo que la vendería si no generaba ganancias. Pero Alegro sigue muy alegre, desperdiciando nuestra plata, con menos del 3% del mercado.
Es como si este Gobierno se pusiera en el papel de competidor del sector privado, en lugar de ser su aliado. Es como si viera en ciertas empresas privadas una amenaza o un contrincante a vencer, en lugar de apoyarlas y protegerlas para que crezcan, generen más utilidades, impuestos y progreso, y den más trabajo. Juegan a empresarios, creando empresas con la plata que no es de ellos. La diferencia es que ellos no arriesgan ni pueden quebrar. Si algo sale mal con estas empresas, como seguramente ocurrirá, que el país y los ecuatorianos se las arreglen.
La nueva empresa Enfarma en teoría hará medicinas. Pero el nombre ya suena a “enferma”. Tal vez sea el anuncio del fracaso inevitable que les espera a estas empresas públicas. No porque las haya creado Correa o un gobierno socialista con aires autoritarios, sino por experiencia. Políticos metiéndose a empresarios con plata de todos los ecuatorianos es una mala receta. La disfrutará por unos años una burocracia privilegiada concentrada en flamantes oficinas, mientras el resto de ecuatorianos, los accionistas de estas empresas, miramos de lejos la fiesta.
Y sin embargo, nuestro Presidente se lanza a crear nuevas empresas públicas. Por decreto presidencial, ahora el Gobierno tendrá su Empresa Nacional de Fármacos de Ecuador (Enfarma), su Empresa Nacional Minera (Enami) y su Empresa Pública Cementera. A estas se suma su nueva Agencia de Noticias del Ecuador y Sudamérica (Andes); además de empresas que ya existían, como Petroecuador, CNT, Alegro. Podemos añadirle también los canales de televisión y empresas incautadas de las que no escuchamos planes de venta todavía. Y la Empresa Exportadora Estatal de Banano que se ha anunciado. Carlos Slim empieza a verse pequeño frente al creciente holding empresarial Correa.
El Presidente quiere ser minero, bananero, producir medicinas, noticias y cemento. Y cree que puede hacerlo mejor que las empresas privadas expertas en cada unas de estas áreas. O peca de excesivo optimismo e ingenuidad al creer que ahora sí las empresas públicas funcionarán. O tal vez solo quiere tener más lugares donde darle trabajo a compañeritos, simpatizantes y Patiño.
Cuando la plata es de todos, termina siendo de nadie. Nadie responde por estas empresas que en teoría son de todos los ecuatorianos. A diferencia del sector privado, donde personas de carne y hueso arriesgan su plata; en el sector público nadie sufre por unos millones menos o más. Los gerentes llegan, cobran sus sueldos, y se van. Los empleados buscan asegurarse buenos contratos colectivos, antes que ser más productivos. Y nada de eso cambiará, ni porque Correa se ponga bravo, o Alvarado les haga a estas empresas unas lindas campañas publicitarias.
Si bien el Gobierno ha hecho esfuerzos por mejorar las empresas públicas, no hay razón para crear nuevas. Suficiente con mantener las existentes, que en muchos casos deben ya venderse. Alegro, por ejemplo, lleva pérdidas acumuladas de más de 200 millones de dólares. Hace ya un año, Correa dijo que la vendería si no generaba ganancias. Pero Alegro sigue muy alegre, desperdiciando nuestra plata, con menos del 3% del mercado.
Es como si este Gobierno se pusiera en el papel de competidor del sector privado, en lugar de ser su aliado. Es como si viera en ciertas empresas privadas una amenaza o un contrincante a vencer, en lugar de apoyarlas y protegerlas para que crezcan, generen más utilidades, impuestos y progreso, y den más trabajo. Juegan a empresarios, creando empresas con la plata que no es de ellos. La diferencia es que ellos no arriesgan ni pueden quebrar. Si algo sale mal con estas empresas, como seguramente ocurrirá, que el país y los ecuatorianos se las arreglen.
La nueva empresa Enfarma en teoría hará medicinas. Pero el nombre ya suena a “enferma”. Tal vez sea el anuncio del fracaso inevitable que les espera a estas empresas públicas. No porque las haya creado Correa o un gobierno socialista con aires autoritarios, sino por experiencia. Políticos metiéndose a empresarios con plata de todos los ecuatorianos es una mala receta. La disfrutará por unos años una burocracia privilegiada concentrada en flamantes oficinas, mientras el resto de ecuatorianos, los accionistas de estas empresas, miramos de lejos la fiesta.
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