Francisco Febres Cordero
A mí lo que más me ha encantado de la investigación de Expreso es cómo el Diario ha descubrido el nombre de las empresas de las que es propietario el Fabricio Correa. ¡Qué belleza de nombres! Underestanding Overseas Developmen Incorporated, creo que se llama una; otra, Inconsulting Inclusing Investment; otra, Undelived Indelived Delived. Y así, hasta completar las veinte. Aquí. Porque en Panamá creo que hay otras dos que también tienen unos nombres horribilísimos y dificilísimos. Y eso sí me parece bien raro, francamente. ¿Por qué el Fabricio no les puso a sus empresas unos nombres racionales? Bueno, a una sí le ha cambiado de nombre, porque dizque se llamaba Swimwear, que quiere decir traje de baño. ¡Qué horrible! Le cambió a Salida de Cama, que es mucho más púdica, creo. Y mucho más rentable.
De ahí, otra cosa que me impresiona es que la mayoría de esas empresas no han pagado impuestos. Razón también. Con esos nombres, ¡quién dizque les iba a cobrar! El pobre Carlos Marx Carrasco se ha de haber pegado unos sustos. Si hubieran estado en quichua, como quiera. Pero bueno, sí está de que por lo menos, siguiendo la política del Conartel, el SRI le clave al Fabricio primero una multa de veinte dólares y después le clausure totalmente por noventa días para ver si así cambia de gusto y, además, paga.
Otra cosa que me ha dejado pensando es ¿por qué los hermanos de los presidentes tienen nombres raros? ¿Por qué no pueden llamarse, por ejemplo, Luis, Pepe o Pancho? No. Tienen que llamarse Gilmar. O Fabricio. Tal vez ha de ser porque así es más fácil que les identifiquen en los organismos del Estado y les hagan pasar rapidito. Para darles los contratos, pues. Sí, eso ha de ser. Si se llamaran Luis, Pepe o Pancho les tuvieran haciendo antesala y nadie velara por ellos. En cambio, con esos nombres tan llamativos, enseguidita les han de atender. Y, sino, pregúntenle a la Pierina que, de ser totalmente anónima, pasó a ser un personaje político que, a su capricho, hacía abrir todas las urnas y todas las actas que le daba la gana, en su afán de ser prefecta. Perdió, pero se quedó de hermana. Perfecta.¡Ya me entró ternura con los hermanitos Correa! ¡Qué lindo trío! ¡Cómo se quieren! El uno ha logrado hacer tantas empresas que ni él mismo sabe cuántas. Y si él no sabe, peor va a saber su hermano presidente. Y la otrita, bastó que Rafael ganara las elecciones para que saltara a la palestra y siciera lidereza. ¡Qué ejemplar familia! Eso es lo que me encanta de la mayoría de las presidencias. Así mismo era el Lucio con sus hermanitos y hermanitas, con sus cuñaditos y sus tiitos y todos mismo. Ninguno se libraba de ser diputado, ministro, embajador. La ventaja es que ahora, con la revolución ciudadana, la Constitución limita el número de hermanos del presidente únicamente a dos y señala muy bien los campos de acción de cada cual: los varones, al petróleo, las carreteras y las construcciones, y las mujeres a la política militante y al partido.
Por suerte, porque si el Fabricio se metiera en las cosas del partido, comenzara por cambiarle de nombre y le pusiera The Aliance Country & Brothers. ¡Qué horrible!
De ahí, otra cosa que me impresiona es que la mayoría de esas empresas no han pagado impuestos. Razón también. Con esos nombres, ¡quién dizque les iba a cobrar! El pobre Carlos Marx Carrasco se ha de haber pegado unos sustos. Si hubieran estado en quichua, como quiera. Pero bueno, sí está de que por lo menos, siguiendo la política del Conartel, el SRI le clave al Fabricio primero una multa de veinte dólares y después le clausure totalmente por noventa días para ver si así cambia de gusto y, además, paga.
Otra cosa que me ha dejado pensando es ¿por qué los hermanos de los presidentes tienen nombres raros? ¿Por qué no pueden llamarse, por ejemplo, Luis, Pepe o Pancho? No. Tienen que llamarse Gilmar. O Fabricio. Tal vez ha de ser porque así es más fácil que les identifiquen en los organismos del Estado y les hagan pasar rapidito. Para darles los contratos, pues. Sí, eso ha de ser. Si se llamaran Luis, Pepe o Pancho les tuvieran haciendo antesala y nadie velara por ellos. En cambio, con esos nombres tan llamativos, enseguidita les han de atender. Y, sino, pregúntenle a la Pierina que, de ser totalmente anónima, pasó a ser un personaje político que, a su capricho, hacía abrir todas las urnas y todas las actas que le daba la gana, en su afán de ser prefecta. Perdió, pero se quedó de hermana. Perfecta.¡Ya me entró ternura con los hermanitos Correa! ¡Qué lindo trío! ¡Cómo se quieren! El uno ha logrado hacer tantas empresas que ni él mismo sabe cuántas. Y si él no sabe, peor va a saber su hermano presidente. Y la otrita, bastó que Rafael ganara las elecciones para que saltara a la palestra y siciera lidereza. ¡Qué ejemplar familia! Eso es lo que me encanta de la mayoría de las presidencias. Así mismo era el Lucio con sus hermanitos y hermanitas, con sus cuñaditos y sus tiitos y todos mismo. Ninguno se libraba de ser diputado, ministro, embajador. La ventaja es que ahora, con la revolución ciudadana, la Constitución limita el número de hermanos del presidente únicamente a dos y señala muy bien los campos de acción de cada cual: los varones, al petróleo, las carreteras y las construcciones, y las mujeres a la política militante y al partido.
Por suerte, porque si el Fabricio se metiera en las cosas del partido, comenzara por cambiarle de nombre y le pusiera The Aliance Country & Brothers. ¡Qué horrible!
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