Por Editorial Diario El Comercio
Si se busca descifrar el enigma electoral de Guayaquil, la respuesta debiera ser que es el único Municipio grande donde existe una fuerte identidad entre su comunidad y la administración; políticamente tiene un líder de opciones nacionales, al punto que después del Presidente es la segunda figura nacional y que esa ciudad ha sido severamente afectada por el actual Gobierno. En contraste, en el otro polo del equilibrio político nacional que es Quito, el Estado y, por ende, el Gobierno lo es todo. Los partidos políticos, líderes o presencias institucionales como la Iglesia, las Fuerzas Armadas o las corporaciones productivas oscilan en identificarse con el Régimen o mantenerse al margen.Esta es una lectura que arroja los resultados del domingo. En principio no debiera existir confrontación, pues lo de Guayaquil está focalizado a la urbe; además, se produjeron síntomas contrarios a la mayoría como es el caso del bastión populista de la parroquia Febres Cordero. Además, en cuanto al resto de la provincia del Guayas, los datos señalan que, probablemente, algunos sacos de urea y los créditos del Banco Nacional de Fomento ayudaron a derrotar a la gastada administración provincial de muchos años. En este entorno no hay que sobredimensionar el triunfo del no en Guayaquil, así como tampoco despreciar su opción política que puede llegar a ser estratégica en los contrapesos para mantener la democracia. Por su parte, Quito debiera recobrar la ubicación que le corresponde como bicentenaria ciudad de la independencia americana. En Guayaquil se logró el eclipse de los antiguos partidos políticos; en la capital habrá que encontrar una fórmula de reposo para los restos ambulantes de esos movimientos.
Si se busca descifrar el enigma electoral de Guayaquil, la respuesta debiera ser que es el único Municipio grande donde existe una fuerte identidad entre su comunidad y la administración; políticamente tiene un líder de opciones nacionales, al punto que después del Presidente es la segunda figura nacional y que esa ciudad ha sido severamente afectada por el actual Gobierno. En contraste, en el otro polo del equilibrio político nacional que es Quito, el Estado y, por ende, el Gobierno lo es todo. Los partidos políticos, líderes o presencias institucionales como la Iglesia, las Fuerzas Armadas o las corporaciones productivas oscilan en identificarse con el Régimen o mantenerse al margen.Esta es una lectura que arroja los resultados del domingo. En principio no debiera existir confrontación, pues lo de Guayaquil está focalizado a la urbe; además, se produjeron síntomas contrarios a la mayoría como es el caso del bastión populista de la parroquia Febres Cordero. Además, en cuanto al resto de la provincia del Guayas, los datos señalan que, probablemente, algunos sacos de urea y los créditos del Banco Nacional de Fomento ayudaron a derrotar a la gastada administración provincial de muchos años. En este entorno no hay que sobredimensionar el triunfo del no en Guayaquil, así como tampoco despreciar su opción política que puede llegar a ser estratégica en los contrapesos para mantener la democracia. Por su parte, Quito debiera recobrar la ubicación que le corresponde como bicentenaria ciudad de la independencia americana. En Guayaquil se logró el eclipse de los antiguos partidos políticos; en la capital habrá que encontrar una fórmula de reposo para los restos ambulantes de esos movimientos.
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