Por Carlos Vera Rodríguez
Sí. ¿Acaso están locos? Se les ocurre poner a la Policía Nacional en emergencia operativa por unos cuantos medios escandalosos y algunos encopetados alarmistas que magnifican crímenes aislados. Están en campaña. Esa es la explicación. Anuncian la mano dura que siempre han criticado, con otra palabra: firmeza. Responden con los mismos mecanismos de la vieja y larga noche neoliberal: más policías a las calles; más camionetas; más armas. ¿Y la etiología del delito? ¡Ah!, eso queda para cuando los académicos vuelvan a la academia. No fue percepción el asesinato de un superpolicía en plena calle de Milagro. Tampoco lo fue un asalto bancario de anteayer cerca del Swisshôtel, en Quito. Y menos resultó imaginaria la ola de ejecuciones en Manta. Ya no tuvo cara de salir a dar explicaciones el Ministro de las Percepciones y mandó a subalternos a responder la cantaleta de siempre: que han heredado una situación de muchos años; que ya capturaron a los del asalto a la Parrillada del Ñato; que apresaron 18 bandas; que solo uno de tres policías anda armado; que siguen esperando las 3 700 pistolas Pietro-Beretta ofrecidas por Nebot; que hay un repunte delincuencial. ¡Ah! Por fin lo admiten. ¿Cómo van a compensar a las familias sus pérdidas –de todo tipo- mayores y menores o, allí sí imaginarias, por no reaccionar a tiempo? Los muertos no vuelven. Nada repone el extravío de una vida. Es obligación del Estado omnipresente y del estadista ausente velar por la seguridad del ciudadano. La han incumplido, evidentemente. En un país con Congreso, una república con oposición y no solo con opositores, y un estado de derecho con juristas no apenas con abogados, el Ministro de… ¿cómo se llama?... de Percepciones, ¡eso! (nuevo Ministerio) ya habría afrontado tres juicios diversos. Llamaría el Fiscal General a confesión a dos jóvenes y brillantes subsecretarios para señalar los socialcristianos confabulados con delincuentes para disparar el crimen organizado en Guayaquil, según denunciaron hace dos meses. Si existiera ese partido o tuvieran vergüenza, ya habría pedido identificar a esos militantes mafiosos para expulsarlos o de lo contrario, procesaría a los denunciantes por atribuirles una complicidad falsa. Vivimos un escenario de protagonistas único en el cual si no es el único que se da cuenta de sus desvaríos, nadie lo puede cambiar. Se dio cuenta. ¡Aleluya! Ahora que se dé cuenta de una cárcel nueva desocupada en Guayaquil; del mejor centro de monitoreo montado por la Corporación de Seguridad Ciudadana allá; del espionaje telefónico desperdiciado en interferirme, en lugar de a criminales avezados; de que policías de Guaranda se pierden en la Prosperina; de que la descomposición social no puede haberse disparado en el país “con los mejores indicadores económicos de América Latina”. Descubren a los majaderos de la Católica pero recubren a los delincuentes capturados. Van bien.
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