Por Bernardo Acosta
Apenas se acabaron los apagones,
Apenas se acabaron los apagones,
llegaron los desbordamientos de los ríos,
los derrumbes de los puentes,
los barrios inundados,
la gente sin un lugar donde dormir y el dengue.
A pesar de la pompa que el Gobierno ha dado a la planificación estatal,
el país carece de planificación elemental.
“El Gobierno Nacional se ha propuesto resolver un problema represado por décadas en el país:
poner la casa en orden.
Para ello, d
ecidió devolver las funciones claves al Estado,
mediante un redimensionamiento de la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo (Senplades).”
Si una cuña mostrara a un joven pronunciando estas palabras
-correspondientes a ‘El rescate de la planificación’ elaborado por Senplades-
a la luz de la vela durante un apagón o sobre una litera,
que es lo único que se salva del agua en una casa de Vinces,
se develaría la estupenda paradoja de destinar abundantes recursos, energía y fe a la planificación del desarrollo, mientras el Gobierno muestra cada vez mayor incapacidad para proveer los servicios públicos más esenciales.
El Ecuador es un niño que sueña con ganar el Premio Nobel, pero reprueba tercer grado.
Está tan ocupado comprando el traje que vestirá en la entrega del galardón
y planificando el discurso que dará aquel día,
que no tiene tiempo para estudiar y aprender lo que todo niño necesita saber no solo para ganar el Nobel,
sino para poder ser un ciudadano decente.
Ciertos hospitales públicos cuentan con tomógrafos de punta -algunos tan modernos que el personal no sabe utilizarlos-, pero las fumigaciones para prevenir el dengue llegan con cuentagotas.
Algunas escuelas fiscales tienen pizarras digitales, pero se enseña el memorismo de siempre.
Existe Ciudad Alfaro, pero no los muros de contención necesarios para prevenir los deslaves del invierno.
Nos ponemos una bella corbata, pero aún no tenemos la camisa.
El Presidente debería averiguar cómo se las arreglan en el país de su esposa.
Allá no solo tienen la misma sorpresa cada año -las lluvias invernales-, sino que se pasan media vida con lluvia, nieve o lo que caiga. Y, sin embargo, no pululan las devastadoras inundaciones.
Porque el alcantarillado funciona y hay suficientes diques.
Es la inmensa suerte de destinar plata a la construcción de infraestructura básica en vez de gastársela en propaganda sobre ‘el rescate de la planificación’.
Es un desperdicio planificar el largo plazo de la nación cuando se es incapaz de satisfacer las necesidades básicas de la población en el presente.
Eso simplemente no es planificación.
Es fantasía.
Es engaño.
Es el viejo desdentado y gordo que se masturba pensando en Angelina Jolie:
nada está más lejos que su anhelo. Si al menos hiciera deporte y se enjuagara la boca, quizá tendría alguna posibilidad de acostarse con alguien.
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