Por Sebastián Hurtado Pérez
Con ocasión del debate generado por leyes y regulaciones promovidas por el Gobierno sobre el manejo de reservas de divisas, los ciudadanos hemos podido contemplar a un burócrata y algunos banqueros disputándose el derecho a administrar nuestros dólares.
Con ocasión del debate generado por leyes y regulaciones promovidas por el Gobierno sobre el manejo de reservas de divisas, los ciudadanos hemos podido contemplar a un burócrata y algunos banqueros disputándose el derecho a administrar nuestros dólares.
Si algún día los ‘padres de la patria’ deciden escuchar la opinión de los depositantes -verdaderos dueños de la mayor parte de los dólares en disputa-, valdría estar preparados para responder a la siguiente pregunta:
¿A quién preferimos confiar nuestros dólares; al burócrata o a los banqueros?
Para responderla, conviene considerar lo siguiente.
Mientras nadie nos obliga a entregar nuestros dólares a los banqueros, pues lo hacemos confiados en que saben cómo invertirlos adecuadamente dentro o fuera del país, el burócrata necesita valerse de un número cada vez mayor de leyes y regulaciones para forzar la inversión de nuestros dólares en el Banco Central, Banco de Fomento, Banco de la Vivienda y otros ‘agujeros negros’ estatales de propiedad de un gobierno que, además, considera ilegítimo devolver el dinero que le han prestado.
Los banqueros están obligados a poner aproximadamente USD1 de su capital por cada USD 9 que reciben de los depositantes, el burócrata, no solo que pretende manipular nuestros dólares sin arriesgar ninguno de los suyos, además exige a la sociedad que le pague un salario -más beneficios- por asignar los recursos que, de otra manera, los mercados financieros asignarían gratuitamente.
Mientras los banqueros obtienen ingresos elevados como compensación a sus conocimientos especializados sobre las finanzas y los mercados financieros locales e internacionales, al burócrata probablemente nadie lo emplearía, excepto el Gobierno.
Mientras que los banqueros están obligados a publicar mensualmente sus balances completos, el burócrata no ha logrado cuadrar los cuatro sistemas del balance del Banco Central desde hace 14 meses.
Mientras el burócrata arruinó el récord crediticio del Estado y sus instituciones, y por ello nadie le presta dinero al país, ahora pretende obligar a los banqueros a entregar los dólares de los depositantes para financiar los proyectos gubernamentales.
Mientras que en un eventual proceso de des-dolarización de la economía banqueros y depositantes veríamos nuestro capital desintegrase, el burócrata recuperaría la capacidad de fabricar moneda y de ‘reinar’ a su antojo en la nueva realidad monetaria del país.
Y es especialmente esta última consideración la que debería impulsarnos a ‘salir corriendo’ cada vez que veamos a un burócrata acercarse a nuestros dólares.
Cierto es que los banqueros son muy impopulares, pero tomando en cuenta lo aquí mencionado, prefiero mis dólares en sus manos, que en las de cualquier improvisado burócrata.
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