Por Ana María Correa
Es probable que Hugo Chávez tenga su perfil de facebook actualizado segundo a segundo por su elenco de asesores. Una de sus múltiples páginas de fans cuenta con alrededor de 20 mil miembros, aunque, por sus capacidades histriónicas, es más probable que el propio Chávez sea más fan de sus cadenas radiales y televisas que del Facebook, en donde no puede exhibir su magnífico talento de gran teatrero.
Pero su animadversión a Internet y al Facebook se ha delatado estos días más profunda y peligrosa, y tiene que ver con un rasgo más profundo de su megalomanía y su afán de controlarlo todo y copar cada mínimo resquicio posible con su presencia y autoritarismo. Me refiero a su reciente anuncio sobre el control que los Gobiernos deben ejercer sobre Internet para que sus infinitas olas de información no se propaguen datos falsos ni subversivos que desestabilicen a Gobiernos de naturaleza progresista, socialista e infladamente bolivarianos.
Pero el control a la web no es fenómeno reciente.
Controles al libre acceso de los ciudadanos a este medio son pan de todos los días en la China, Cuba e Irán, en donde las personas tienen acceso limitado o francamente bloqueado a ciertas páginas web. En Irán, por ejemplo, sucedió días después de la cuestionada elección de Ahmadinejad que los miles y miles de opositores que clandestinamente coordinaban marchas y protestas vía Twitter empezaron a tener dificultades conectándose a la página. En Cuba, en cambio, las páginas de la CNN o de la BBC no son accesibles para todos. El caso de la China es aún peor. El gigante Google tuvo que lanzar un motor de búsqueda autocensurado para el mercado chino hace algunos años. Sin embargo, recientemente detectó un altamente sofisticado y focalizado ataque de "hackers" en sus sistemas, originado en la China, cuyo objetivo parecería ser el de obtener acceso al correo electrónico de activistas de derechos humanos chinos que utilizan la plataforma de correo electrónico de Google, Gmail, para desarrollar sus actividades. Así, los hackers obtuvieron acceso a docenas de cuentas de activistas. Esto junto a los cada vez más intensos controles sobre la libertad de expresión obligarán a Google a dejar sus negocios en la China, aunque esta ha decidido dar una última batalla al parar la autocensura del motor de búsqueda chino antes de que el Gobierno decida que Google sin censura no puede operar en la China.
El pasado noviembre, Obama abiertamente criticó la censura del Régimen chino a Internet, y esta crítica a su vez fue francamente omitida en los medios locales. YouTube está bloqueado desde principios de marzo, y algunos de los otros servicios de Google son intermitentes.
El inminente control de Internet en Venezuela no será en esencia nada distinto de lo que ya vemos en los casos mencionados. Chávez, sospechoso del flujo incontrolable de datos, rumores, comentarios, estará vuelto loco con el descontrol cibernético. Mientras avance en sus cortapisas a las páginas web indeseables, se hará mucho más visible y palpable el doble estándar que guía a estos regímenes, carta blanca para sus propios atropellos y abierta censura para todo lo que se conforma.
Rafael Correa, otro facebookero activo, pronto podría colocar sus armas contra Internet; habrá que ver cuánto tiempo tarda en contagiarse el virus de esta nueva inquisición posmoderna, persecutora de contenidos inapropiados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario