Simón Pachano
Hay alguna mente brillante en el Gobierno y hay una plantación de lentejos en la Asamblea. La primera ideó una maniobra de esas que no se veían desde los tiempos de Robles Plaza y que dicen eran la especialidad de Guevara Moreno. Los otros ni se enteraron de lo que les estaban haciendo o, en las palabras de otro hábil político, no vieron lo que se les metía por las tranqueras.
Todo empezó con la minirrebelión que apareció en la Asamblea cuando las evidencias acerca del Fiscal se iban acumulando cada día y cada hora. Fueron tantas y de tan diversos tipos, que produjo una rápida aunque tardía recuperación de la memoria en algunos de ellos. Decidieron impulsar el juicio político sin calcular que el gran jefe se iba a poner de escudero de su amigo. Extraño que no hayan previsto esa toma de posición, si antes ya hizo lo mismo con ese otro amigo que decía que era el dueño del circo y con el que reivindicaba a su vez la amistad con el acampado en Angostura. Primer lentejismo en esta historia.
Entre medio, el jefe máximo incluyó una disposición inconstitucional en el veto a la Ley de Participación. Esta iba dirigida directamente a los medios de comunicación, pero indirectamente también a los díscolos de la Asamblea. Ellos eran los mismos que habían firmado un acuerdo para no incluir un consejo de control a los medios en la Ley de Comunicación, lo que iba claramente en contra de la línea arduamente trazada en sábados sucesivos por el líder. Viendo que la actuación de la brillante e inteligente asambleísta que dirige la comisión no era suficiente para desarmar el acuerdo, nada mejor que atacar por el lado menos esperado. El efecto fue inmediato ya que dejó en duda todo lo acordado con los débiles sectores de la oposición. Segundo lentejismo del cuento.
Entre los insultos del sábado se oyó decir no menos de cuatro veces que, para acusar de falta de probidad notoria al amigo, debían renunciar a su inmunidad. Obviamente, no eran las palabras de un estadista que sabe perfectamente que esa condición es irrenunciable, sino del jefe partidista que señala los límites a los suyos. Unos límites que parecen haber quedado claramente establecidos en la reunión del politburó, a puerta cerrada y en un recinto militar (como corresponde a un partido de ciudadanos). Allí se arreglaron las cargas para el resto del viaje. Tercer lentejismo.
Después vinieron las disculpas que, a nombre del jefe, presentó la ministra sobre lo de la inmunidad, aunque antes él dijo que no había dicho eso, de manera que no se sabe a qué se refería la ministra. Aceptadas estas por los asambleístas, se comprometieron a votar a favor del veto presidencial (que igual iba a entrar en vigencia), lo que constituye un símbolo fuerte de retorno al redil. A cambio obtuvieron el visto bueno para el juicio, pero sin los votos necesarios. Al final, el gran ganador es el de siempre, con los medios y los lentejos sometidos.
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