Por Benjamín Rosales
Hace más de 30 años que se publicó mi primer escrito en un diario nacional y más de siete que opino en este prestigioso medio. Nunca lo he hecho con el afán de molestar a nadie, por el contrario, solo he querido aportar ideas para mejorar las condiciones del país y conciudadanos a la luz de mis modestos conocimientos y experiencia.
No escribo por interés económico, pues el pago es simbólico; más vale, por ejercer mi derecho y libertad de opinión, he debido realizar sacrificios. A pesar de la buena fe y voluntad con que doy mis opiniones, algunos lectores escriben comentarios con agresividad, aparente saña y desprecio incomprensibles, por lo que hago estas aclaraciones.
Mis opiniones nunca han favorecido posiciones dogmáticas neoliberales ni actitudes abusivas de líderes de derecha, motivos por los cuales he recibido calumnias y denuestos de poderosos políticos conservadores. Gracias a lecturas y viajes conozco países que se han empobrecido al aplicar doctrinas estatizantes que desestimulan emprendimientos privados, por lo que nunca apoyo esos extremismos.
Nuestra democracia es inmadura y para fortalecerla se necesita afianzar las instituciones, mejorar el nivel educativo de los ciudadanos y estabilidad política, por lo que no estuve de acuerdo con las inconstitucionales salidas de ninguno de los ex presidentes ni apoyaría la desestabilización del actual Régimen, como sugieren algunos comentarios de lectores.
Mis opiniones tienen el objeto de buscar reflexión de ciudadanos y funcionarios públicos para optimizar recursos, crear fuentes de trabajo que también son de progreso y bienestar, defender los intereses nacionales, la libertad y los derechos ciudadanos.
Procuro opinar sobre cosas que conozco y me preparo antes de hacerlo, si comento de obras viales es por mi experiencia, si hablo de la vía Interoceánica es porque he estado ahí y estudiado el tema. No estoy libre de errores, pero no hago comentarios a la ligera.
Algunos familiares y amigos me dicen que es mejor callar, no dar opiniones que puedan disgustar a mandatarios, provocar a fanáticos despistados o resentir a algún amigo que se sienta afectado, para no perjudicar mi bienestar personal y familiar.
Puede ser cierto, pero una extraña fuerza interior me conmina a expresar mis pareceres a pesar de esos riesgos. Mantengo la esperanza que ideas expuestas en esta columna provoquen acciones positivas, reflexiones o rectificaciones que beneficien el progreso nacional.
Es posible que así sea y mientras tenga fe en Dios y Ecuador, mientras editores y lectores de este diario, mi ánimo y salud me lo permitan, procuraré vencer cualquier miedo o aprehensión y continuar ejerciendo mi derecho a la libertad de opinión.
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