miércoles, 4 de febrero de 2009

¡Qué valiente!

Por Teodoro Bustamante P.
He hecho el esfuerzo de escucha r las cadenas nacionales sabatinas para buscar en ellas los hechos y las iniciativas positivas que estoy seguro que existen en la gestión del actual Régimen.
No es eso lo que he encontrado. Al contrario: en lo que he oído, se atropellan una tras otra formas inadecuadas, contenidos inaceptables y no me queda más que referirme a tales intervenciones para reclamar por aquello que daña a nuestro país.
La primera sorpresa es que ese espacio, financiado por todos nosotros, fue utilizado para aclarar y tratar de componer la triste imagen que un partido político presentó cuando intento organizar elecciones primarias.La primera indignación se refiere al hecho de que confundir entre los temas del Estado y los particulares problemas de la tienda política evidencia una radical incomprensión de lo que es la estructura institucional de una sociedad democrática.
Esta confusión solo puede ser explicada desde dos perspectivas. La primera es que corresponde a la lógica del oligarca, que no distingue entre sus deseos, su séquito clientelar, su organización política y el Estado. El oligarca cree que puede usar todo el aparato del Estado, para sus fines personales o los de su facción política.
La segunda explicación es que se trata simplemente de alguna de las formas de totalitarismo, donde se asume que el partido político del Régimen tiene derecho a usar del Estado, a interferir en él, por canales distintos de los demás ciudadanos. Las imágenes de las SS interviniendo a su antojo en el Estado alemán, o del buró político del PCUS organizando purgas, son suficientemente escalofriantes como para entender la gravedad de este asunto.
Podría pensarse que estas confusiones entre la voluntad del jefe y el aparato del Estado corresponden a un perfil de personalidad. A este nivel solamente corresponde decir que la confusión entre los deseos, del partido, del caudillo, y la institucionalidad del Estado son en sí una perversión del sistema político. Que se combinen o no con problemas de estructura de personalidad no corresponde al ámbito de la discusión pública y en ese sentido no nos incumbe.
Para rematar, el jefe de Estado comenzó a denigrar y burlarse de un ex presidente con quien yo no simpatizo. Al hacerlo atentó directamente contra su propia "majestad" del poder. Y lo hizo dos veces, porque no solo al irrespetar a un ex presidente se irrespetó a sí mismo, si no que en este caso como en todos aquellos en el que alguien denigra a otro es la dignidad del ofensor la que se ve más menoscabada por el hecho.Pero más allá de denigrarse a sí mismo con esta actuación se producía otra situación.
Él usó todo el poder y la pompa del Estado para agraviar a quien sabemos que no tiene para enfrentar esa ofensa, ni la décima parte de los recursos que el ofensor usa.
¿Alguien puede pensar que eso es valentía?, ¿caballerosidad?
Si alguien ve en ello la más leve brizna de la dignidad que un jefe de Estado debe exhibir, por favor explíquemelo.

No hay comentarios: