Excelentísimo Señor: algunos de sus fieles funcionarios, reunidos en los pasillos de Carondelet nos dirijimos a Ud. muy respetuosamente para solicitarle que, cuando salga de viaje en su nuevo avión Embraer, aquel que fue pagado al contado, se sirva traernos algunos regalitos, que son indispensables para satisfacción del lado pelucón de nuestras existencias entregadas a la revolución ciudadana. Esto que le hacemos son simples sugerencias y no crea que le estamos pidiendo que viole la fijación de aranceles y demás prohibiciones con las que enfrentaremos la crisis mundial. Pero no le contará esto al Carlos Marx, por si acaso. Yo, por ejemplo, necesito un colirio que impida el crecimiento de las cejas y que al mismo tiempo sirva de tintura para las ya existentes. A mí trairame una afeitadora Remington, porque los coshcos dicen que desfilo con barba de tres días y las afeitadoras chinas que usaba en mis tiempos de militancia están un poco viejas En el mismo almacén venden lociones Yardley para que el Fander vaya adquiriendo rostro de momia coctelera. Y ahí mismo se pueden encontrar cremas embellecedoras de Dior o Givenchy, que le serían de mucho beneficio a la María Duarte y que impiden las arrugas y las fisuras en las casas del Miduvi. Los Vallejos necesitamos unos autitos Match-Box, de esos que son todo-terreno y al Super Larrea traerale un rifle Kalashnikov, pero de juguete y no se olvidará de traerle una filmadora al Ricardo Patiño y Ud. no se olvidará de traerse esa loción maravillosa que impide la caída del cabello, cuando uno se tira de los pelos por las muchas iras.
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