La decisión -prohibición en realidad- del administrador -coadministrador en verdad- del canal Gama TV, incautado al grupo Isaías, se originó en que el programa ‘Buenos Muchachos’ del lunes antepasado no pudo revisarlo a tiempo. La verdadera causa es que, a su juicio, estaba sobrecargado contra el Presidente.Por eso ordenó suspenderlo. La semana anterior tampoco lo pudo revisar, pero sí lo transmitió el martes 18. Es decir, cuando la parodia es un exceso contra el Presidente, la censura. Cuando se excede contra los demás, el permiso. Ese es el concepto de libertad de expresión que tiene ese coadministrador del Estado, de ese canal de TV.
Si alguien cree vulnerados sus derechos en ese programa tiene leyes para proceder, pero la herramienta no es la censura brutal. No es ningún secreto que por años he sido tema favorito y recurrente de ese programa, sin una sola queja de mi parte y peor utilización de mis espacios para aclarar, responder ante sus ataques.
Ese género es una parodia. Si resulta adecuado a la verdad, entonces toca reflexionar. Si la refleja solo en parte, el divorcio es evidente. Y si la contraría totalmente no hay de qué preocuparse. La gente es inteligente aunque no sea formada. Deformada está la cabeza de un Torquemada en este Gobierno.
Defiendo el derecho de Francisco Pinoargotti a la mofa, la parodia, la comedia, la imitación o la bufonada, aunque sea contra mí o siga contra mí. El daño causado no se repara con que el censor reponga -incluso completo- cualquier rato el programa al aire. Esa intervención torpe pretende callar a todos quienes se burlan del poder. Es decir, la sátira está prohibida. Pero no hay quien controle el insulto oficial.Pero, al fin y al cabo, eso no debe sorprender aunque llegue a indignar. Los empoderados de la noche a la mañana sin, para colmo, ninguna experiencia afín temprana son así. Pero cuando el corte pretende imponerlo una autoridad de alta investidura y buenas ejecutorias -no perfectas, completas o infalibles- el contagio preocupa: el Ministro Fiscal General de la Nación llamó a un alto funcionario de este periódico y le expresó una agresiva queja por un editorial, amenazando con venir al diario para desenmascarar a varios. También hizo lo mismo con una radio donde hablaba José Hernández, director de Vanguardia; los epítetos fueron “colombiano mercenario al servicio de intereses financieros”. ¿La causa? La crítica a la posición del Dr. Washington Pesántez ante la investigación de nuestra deuda eterna.
Si Correa calumnia y distorsiona impunemente, ¿por qué no puede hacerlo el verdadero acusador de lo público? Ahora lo imita la Ministra de Vivienda para esconder las falencias en casas maltrechas. Pobre señora.Su única defensa es también el oprobio. Y su máximo argumento, la estatura. Gobierno de gigantes de zinc rotos en pedazos a la primera ventisca.
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