jueves, 4 de diciembre de 2008

Guayasenses de corazón

Emilio Palacio
Se acerca la temporada de playa (algunos dicen que ya comenzó) y muchísimos de ustedes se preparan seguramente para pegarse una escapadita. Arrastrar los pies entre la arena y el océano, incluso cuando el mar está encrespado, es la mejor cura para la vergüenza que nos provocan los arrebatos infantiles y el sentido del humor tan elemental de nuestro Presidente.
Atacames, Bahía de Caráquez, Salinas o Jambelí, no importa donde vayan, todos son balnearios hermosísimos. Pero algunos iremos a Playas por tradición, por ancestro, o quizás porque preferimos un balneario chiquito, tranquilo y con tanta historia detrás.
Los que nos acompañen verán, a lo largo de la carretera –luego de la bifurcación en Progreso–, varios letreros promoviendo la obra del prefecto socialcristiano Nicolás Lapentti: “Lapentti trabaja por el Gran Guayas”, “Otra obra de Lapentti” y “Lapentti cumple”. Lo único que no verán es una carretera decente sino la peor porquería que puedan imaginar. Cierto es que los baches por ahora no son tan profundos; los rellenaron con algún material que amortigua el golpe. Pero no se inquieten, ya llegarán las primeras lluvias y dejarán al descubierto los conocidos cráteres lunares.
Hace un año la provincia del Guayas se partió porque dos guayasenses “de corazón”, Rafael Correa y Ricardo Patiño, que de chiquitos comían ciruelas atrás del cerro del Carmen, creyeron que necesitaban más votos. Luego resultó que no era así, que aun sin la división de la provincia hubieran ganado las elecciones “por paliza”. (El Presidente solo se complace cuando gana “por paliza”, por eso lo menciono). Así que la historia de esta circunscripción territorial cambió innecesariamente, por un arrebato del momento. Pero la vida es así y solo nos queda a veces resignarnos.
Otros supuestos guayasenses “de corazón” no lo vieron de ese modo y exclamaron indignados que había que abandonar Salinas y Santa Elena, para convertir a Playas en el mejor balneario del mundo. Semejante bravuconada me disgustó. Salinas y Santa Elena serán siempre balnearios ecuatorianos sin importar a qué provincia pertenezcan, así que no hay motivo especial para no ir a visitarlos. Pero en fin, pensé, al menos Playas, mi balneario preferido, saldrá ganando.
Pues bien, no hubo tal. En los meses siguientes el entusiasmo se fue enfriando. Playas solo aparecía en los discursos. Trajeron asesores extranjeros para hacer planes fabulosos. (Los socialcristianos son tan fanáticos de los asesores extranjeros como Correa). Y pusieron los letreros de Lapentti. Pero allí quedó todo. Nadie se acordó de la nueva carretera que tanto necesitamos.
Que no me digan que se necesita mucho dinero. El trazado de la obra ya está hecho. El terreno es plano. Y hace tiempo se expropiaron las tierras que se requieren para ampliar la vía a cuatro carriles.
De Correa no esperaba que se acuerde de Playas. Para él, todo lo que huela a Guayas apesta. Tampoco debí esperarlo de Lapentti. Para él, todo lo que no huela a beneficio político personal apesta. Pero soy así, un iluso.
En fin, no importa, todavía nos quedan el mar, la arena y el sol de mi balneario preferido. Es lo que verdaderamente importa. Son la mejor cura para la desazón que nos dejan estos demagogos “de corazón” que nos gobiernan.

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