domingo, 8 de junio de 2008

El liderazgo y la estrellita

Francisco Febres Cordero
El excelentísimo señor Presidente de la República estuvo en la Policía. No, pues, preso. Tan libre que, como siempre, estaba sin esposa. ¡Ay no, qué bruto!, sin esposas quise decir. Es que, en términos policiales, hay que tener dos, por lo menos. Entonces allí, frente a los uniformados, disertó sobre el liderazgo.
No sé todo lo que diría porque en la tele no pasaron la conferencia en su integridad en vista de que los camarógrafos sí estaban con esposas, creo, y no podían atenderles a ellas y a las cámaras al mismo tiempo. Por eso, lo que transmitieron fue solo el fragmento en que el excelentísimo Presidente de la República les decía a los policías que el liderazgo era él. Ahí se vio clarito cómo los policías cambiaron de esposas y... ¡Híjoles, no!, cambiaron de cara quise decir y abrieron los ojos como platos.
Tonces el Presidente contó que él, desde chiquito, fue un líder y, como tal, fue presidente del grado en primaria; presidente del curso, en secundaria; presidente de los estudiantes en la universidad, y que lo único que le faltó fue ser estrellita de Navidad.
Y cierto, ¡qué líder que es el presidente! Qué pena que no llegó a estrellita de Navidad, porque enseguida hubiera reemplazado a los reyes magos por tres de sus profesores, ante lo cual los demás personajes del nacimiento se hubieran cabriado durísimo porque los profesores en lugar de llamarles a las pastorcitas por su nombre pastoril les hubieran llamado la culona, la tetona, la plana, pero la estrellita de Navidad hubiera mantenido a sus profesores a toda costa y hasta hubiera mandado a Pilatos para que les eche bombas lacrimógenas a los pastorcitos que protestaban. Es que en el nacimiento la estrellita tiene poderes omnímodos, pues.
Además, la estrellita, a la voz de que el nacimiento ya es de todos, le hubiera ofrecido al niñito Dios que en lugar del pesebre le iba a construir una casa de bloques que el niñito podía ir pagando con un préstamo hipotecario del Seguro, pero con la condición de que ahí adentro vivan no solo San José y la Virgen, sino también el buey, el burro, las ovejitas y hasta el pelucón del ángel de la guarda, para que deje de estar flotando en las nubes celestiales.
Después, la estrellita de Navidad hubiera convocado a una asamblea para que los pastorcitos y las pastorcitas cambien el evangelio, que necesitaba reformas urgentes porque fue redactado en la larga noche neoliberal cuando había reyes tan malos como Herodes. Y entonces la estrellita de Navidad hubiera exigido que en el nuevo evangelio la figura del niñito Dios fuera reemplazada por el de la estrellita, que era la única que, con su liderazgo, rutilaba con luz propia en el pesebre y sabía perfectamente lo que había que hacer para que la justicia divina se imponga sobre la Tierra. Y en lugar de villancicos, al niñito Dios le hubiera cantado esa que dice ‘que te vaya bonito’.
Chuta, qué suerte que el excelentísimo señor Presidente de la República no fue nunca estrellita, porque ahí sí, con su liderazgo, se jodían la Navidad, el niñito, los pastorcitos y todo mismo

No hay comentarios: