Francisco Febres Cordero
¿Por qué será que los presidentes siempre se enferman? ¡Me da una pena! Tan sanotes que parecen hasta que ¡pum!, caen aquejados con ciertos males que les atormentan. El Sixto, por ejemplo, padecía de sixtitis crónica a la columna y por eso tenía que andar frotándose una pomada hecha con flores y miel, creo. Al Lión, en cambio, le agarró el trancazo y casi se cae. ¡Ay no, qué bruto!, no fue el trancazo lo que le agarró sino el taurazo. Pero igual, casi se cae. Al Abdalá le dio robitis en los intercostales y se fue llevando todos los intercostales para curarse en Panamá. Y así.
El Correa hasta ahora solo ha padecido de las cuerdas bucales y por eso no ha parado de hablar ni un minuto: las cuerdas, de lo tan inflamadas que tiene, se le mueven solitas y producen un agudo dolor en los oídos. No pues en los de él, sino en los nuestros. Aunque, bueno, con apagar el radio o la tele nos aliviamos de la otitis que nos afecta y que ya se va volviendo crónica.
Pero esta semana el Correa, de súbito, apareció totalmente resquebrajado de las vistas, con unos lentes negros que le impedían la visión. ¡Qué pena que me dio verle así, tan en tinieblas!
Yo sí dije, ¡chuta, ya le agarró la pata china! Los médicos llamamos patada china a ese mal que, comenzando por el iris, se proyecta hacia las niñas. Por eso en esta semana ni siquiera bailó. Es que estaba totalmente tapado de las niñas, pues.
Según me parece, no podía ver de lejos. De cerca, en cambio, sí veía. Sombras, pero vía. ¿No notaron? Al Alberto Acosta, que desde hace un tiempo se había alejado unos metros, ni le vio. En cambio, a un tal buró político, que se había acercado hasta rodearlo por entero y servirle de lazarillo, le vio clarito. Y por eso le ordenó al buró que, como ya no podía verle al Alberto Acosta, lo reemplazara por el Corcho Cordero, que es bien visible porque flota en todas partes y, encima, es fosforescente. Y ya. El buró, convertido en los ojos del presidente, le ordenó al Alberto dar un paso al costado. Y al Corcho, dar un paso al frente.
¿Y la Asamblea? Huy, la Asamblea, dónde también estaría para el cieguito de los lentes negros. ¿No les digo que él solo alcanzaba a divisar al tal buró? ¿Y cuál es el buró? me preguntarán ustedes. Y yo les contestaré que ahí los ciegos fuimos nosotros porque hasta ahora no lo habíamos visto, pero después ya le vimos: es el que está sobre la Asamblea y es capaz de quitar a un presidente y poner a otro de un solo parpadeo.
Total el cieguito, totalmente enceguecido con la patada china, tampoco vio que lo que hizo fue desenmascarar la dependencia que tiene la Asamblea hacia él y su tal buró político. Por eso la Asamblea comenzó a aprobar rapidito la Constitución, aunque unos artículos han de salir escritos en braille (esos que fueron dictados por el cieguito cuando estaba cieguito) y por eso nosotros no hemos de poder leerlos. Y, peor, entenderlos.
Por suerte el cieguito –¡qué alivio!– ya se curó de la patada china. Pero, en cambio, enseguida le regresó la faringitis, que creo que es más grave.
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