Francisco Febres Cordero
Cuando el Excelentísimo señor Presidente de la República anunció que si la naturaleza se ponía en su contra, él derrotaría a la naturaleza, yo sí dije chuta, ¡se jodió la naturaleza! Con qué ilusión esperé que, al comenzar esta lucha, el Alvarado se mandara por lo menos unas tres cadenitas nacionales en que le sacara la perimbucha a la naturaleza, pero en su lugar se mandó unas cadenotas en que les sacaba la perimbucha a la prensa corrupta.
¡Qué bruto el Alvarado! ¡Qué oportunidad que perdió! Todo el mundo le hubiera apoyado al Gobierno en su batalla contra la naturaleza, a la que había que derrotar porque desde que se pasó a la oposición y se volvió malísima, ya no produce ozono para la capa de ozono ni efecto invernadero para los invernaderos. ¡Qué horrible la naturaleza! Cómo será que hace que las nubes migren a España y con eso tiene a todo el Gobierno, seco, sin lluvias.
Por eso, cuando llegó el 15 de diciembre, día fijado por el Excelentísimo señor Presidente de la República para que terminaran los apagones, yo volví a decir bueno, el Excelentísimo señor Presidente ya le ha de haber derrotado a la naturaleza, tal como prometió, y ahora sí ¡se jodieron los apagones!
Total, ¡qué decepción! La naturaleza sigue tan campante y los apagones también siguen tan campantes, como en la mejor época del paleolítico, con Sixto.
¿Y el Excelentísimo señor Presidente de la República?, me preguntarán ustedes. Y yo les responderé que por ahí ha de continuar vociferando contra la naturaleza mediocre que, producto de la larga noche neoliberal, nos tiene a todos sumidos en la oscuridad sin hacer que llueva en Paute, ni hacer que las turbinas que trajo el gobierno revolucionario funcionen, ni que las termoeléctricas se prendan, ni que Mazar se inunde, ni nada mismo.
¡Qué pena que me da del Excelentísimo señor Presidente de la República! Él, que nunca ha sufrido una derrota, que ha ganado seis elecciones seguidas, que con su energía de diez mil megavatios hora tanto ha hecho llorar a sus ministresas en el Gabinete y ha lanzado brutales descargas contra sus ministros. Él, que se siente invicto, acaba de perder por 1-0 su primera batalla contra una enemiga intrascendente, mediocre, corrupta, que no obedeció sus órdenes de que inmediatamente lloviera en Paute.
Es que si llovía cuando el Excelentísimo señor Presidente prometió que iba a llover, la gente se hubiera olvidado que, gracias al Gobierno de la revolución ciudadana, vivió un largo periodo en tinieblas, quebró sus negocios, tuvo que despedir empleados, vio televisión a vela y, sobre todo, anduvo chocándose porque no veía nada, pero lo que se dice es nada.
Bueno, no hay que exagerar. Subiendo a cualquier loma hasta ahora se alcanza a ver, en medio de tanta tiniebla, el resplandor de la revolución ciudadana que brillaba, literalmente, con luz propia porque para ella y solo para ella siguen funcionando las turbinas de Eloy Alfaro que alumbran desde Montecristi, creo.
Bueno, lo que hay que pedir es que en este segundo tiempo el Excelentísimo señor Presidente de la República se ponga a luchar a brazo partido contra la naturaleza y la derrote como prometió, a ver si empata.
Cuando el Excelentísimo señor Presidente de la República anunció que si la naturaleza se ponía en su contra, él derrotaría a la naturaleza, yo sí dije chuta, ¡se jodió la naturaleza! Con qué ilusión esperé que, al comenzar esta lucha, el Alvarado se mandara por lo menos unas tres cadenitas nacionales en que le sacara la perimbucha a la naturaleza, pero en su lugar se mandó unas cadenotas en que les sacaba la perimbucha a la prensa corrupta.
¡Qué bruto el Alvarado! ¡Qué oportunidad que perdió! Todo el mundo le hubiera apoyado al Gobierno en su batalla contra la naturaleza, a la que había que derrotar porque desde que se pasó a la oposición y se volvió malísima, ya no produce ozono para la capa de ozono ni efecto invernadero para los invernaderos. ¡Qué horrible la naturaleza! Cómo será que hace que las nubes migren a España y con eso tiene a todo el Gobierno, seco, sin lluvias.
Por eso, cuando llegó el 15 de diciembre, día fijado por el Excelentísimo señor Presidente de la República para que terminaran los apagones, yo volví a decir bueno, el Excelentísimo señor Presidente ya le ha de haber derrotado a la naturaleza, tal como prometió, y ahora sí ¡se jodieron los apagones!
Total, ¡qué decepción! La naturaleza sigue tan campante y los apagones también siguen tan campantes, como en la mejor época del paleolítico, con Sixto.
¿Y el Excelentísimo señor Presidente de la República?, me preguntarán ustedes. Y yo les responderé que por ahí ha de continuar vociferando contra la naturaleza mediocre que, producto de la larga noche neoliberal, nos tiene a todos sumidos en la oscuridad sin hacer que llueva en Paute, ni hacer que las turbinas que trajo el gobierno revolucionario funcionen, ni que las termoeléctricas se prendan, ni que Mazar se inunde, ni nada mismo.
¡Qué pena que me da del Excelentísimo señor Presidente de la República! Él, que nunca ha sufrido una derrota, que ha ganado seis elecciones seguidas, que con su energía de diez mil megavatios hora tanto ha hecho llorar a sus ministresas en el Gabinete y ha lanzado brutales descargas contra sus ministros. Él, que se siente invicto, acaba de perder por 1-0 su primera batalla contra una enemiga intrascendente, mediocre, corrupta, que no obedeció sus órdenes de que inmediatamente lloviera en Paute.
Es que si llovía cuando el Excelentísimo señor Presidente prometió que iba a llover, la gente se hubiera olvidado que, gracias al Gobierno de la revolución ciudadana, vivió un largo periodo en tinieblas, quebró sus negocios, tuvo que despedir empleados, vio televisión a vela y, sobre todo, anduvo chocándose porque no veía nada, pero lo que se dice es nada.
Bueno, no hay que exagerar. Subiendo a cualquier loma hasta ahora se alcanza a ver, en medio de tanta tiniebla, el resplandor de la revolución ciudadana que brillaba, literalmente, con luz propia porque para ella y solo para ella siguen funcionando las turbinas de Eloy Alfaro que alumbran desde Montecristi, creo.
Bueno, lo que hay que pedir es que en este segundo tiempo el Excelentísimo señor Presidente de la República se ponga a luchar a brazo partido contra la naturaleza y la derrote como prometió, a ver si empata.
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