Antes de que S.M. llegue a este Hotel Quito,
yo, Lenín, vuestro amigo,
quiero motivaros para que,
una vez motivados,
renovéis vuestras promesas de fidelidad a aquel que es la encarnación
viva de la revolución ciudadana
y cuya palabra jamás puede contradecirse,
so pena de que seáis arrojados,
como el Betí, a las tinieblas exteriores, que ya son de todos,
do reina el lamento y el crujir de dientes.
Os propongo hacer algunos ejercicios para que, motivados,
libremente escojáis no dar un paso atrás,
contagiados como estamos por las palabras de Sixto,
para defender la Ley de Comunicación
que permitirá que la única voz que se escuche sea la de Su Majestad,
que flotará para siempre entre las aguas, como dice el Libro de Génesis.
Tomaos de las manos en primer lugar y entonad la desaparecida ya "Patria, tierra sagrada".
Para bajar tensiones,
comenzad a haceros cosquillas los unos a los otros,
motivados pero respetando las diferencias de género,
y con las hojitas de los cuadernos que recibiréis
haced unas bolitas de papel y comenzad a arrojarlas contra los periódicos,
que, con antelación, habrán sido pegados contra la pared y gritad,
ya altamente motivados y al mismo tiempo que saltáis:
"¡¡¡Mueran los poderes fácticos!!! ¡¡Abajo los periodistas corruptos!!".
Y "¡Vivan los graduados y los hermanitos Alvarado!".
Una vez que ya estéis motivados,
salid a esperar a Su Majestad,
hacedle la calle de honor,
levantad los brazos y entonad la canción que iluminará la nueva ley:
¡Alabaré
alabaré
".
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