Por Editorial Diario El Comercio
Los directivos de la universidad guayaquileña aportaron a la confusión y división que vive el país
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Lo sucedido en la Universidad Católica de Guayaquil es una muestra del grado de polarización en la que se está precipitando el país. Predominan las posiciones extremistas y maniqueas que no conducirán a ningún escenario positivo.
El mensaje del pueblo en las urnas fue claro. El país requería un cambio substancial en sus instituciones, a fin de superar un pasado de corrupción que se había parapetado tras un régimen de partidos políticos que logró penetrar y dominar las principales instancias del poder; por tanto, existía una inigualable ocasión histórica para transformar al Estado. Este consenso nacional se distorsionó cuando la mayoría de la Asamblea Constituyente instituyó un régimen de plenos poderes que excedió de manera extrema el mandato que le confirió el pueb
De esa manera el cambio fue interpretado como un asalto a todas las instancias del poder, a tal punto que en la actualidad toda función del Estado está sometida al poder central.
Para culminar este proceso se ha ideado un Régimen de Transición que el pueblo podrá aprobar junto con la Constitución, sin caer en cuenta de la estratagema . De suceder aquello se habrá instaurado un cerrojo antidemocrático hasta que se posesionen los miembros del nuevo Parlamento que, en estas circunstancias, serán mayoritariamente del partido de Gobierno.
En este contexto, hay que evaluar los incidentes de la Universidad Católica de Guayaquil, en la cual se politizó un centro académico con la anuencia de su cuerpo directivo, que no hizo respetar el campus de su comunidad universitaria. Una cosa es un Presidente de la República en un acto protocolario y otra muy distinta protagonizando un acto político desde su aula magna.
Quito - Ecuador 19 de agosto del 2008
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