Eduardo Castillo Barredo
Pongan atención en lo que afirmo a continuación, que es una verdad plenamente demostrable, que llega hasta la evidencia. Estoy escribiendo en una máquina, cuyo género –puramente gramatical, lingüístico y cultural– es femenino. Lo hago sobre un papel, cuyo género –de igual manera, solo como creación lingüística y cultural– es masculino. Pero ni la máquina ni el papel son en la realidad, con apego a la verdad de su propio ser, ni masculinos ni femeninos. Esta verdad queda aún más evidente si advertimos, por ejemplo, que “la sangre” es femenino en español, masculino en italiano (il sangue) y neutro en inglés (the blood).
El engaño que comienzo a mostrar y procuraré demostrar, se lo viene haciendo perversamente, pero con aparente inocencia, extrapolando lo del “género”, que proviene de la lingüística –ciencia de la manera cultural de expresarse– a la psicología y la antropología –ciencias que estudian los procesos mentales y la realidad humana en sus aspectos biológicos y sociales– donde se quiere indebidamente aplicar lo del “género” lingüístico. Esto para forzar con engaño a una falsa conclusión: que lo masculino y lo femenino, así como en la ficción lingüística, también en la realidad del ser humano hombre y mujer, puede y debe ser una mera creación cultural de cada cual. Creación voluntaria y caprichosa, inestable e intercambiable, no solo protegida sino además “socializada” y fomentada desde la niñez, y hasta garantizada como derecho “humano” fundamental en la Constitución y las leyes.
Esto se lo va logrando a través de técnicas de “lavado de cerebro”, al estilo nazi, fascista o marxista, infiltrando la comunicación de masas y la escuela con una estrategia en tres etapas: 1) Se usan los términos sexo y género de modo intercambiable, como si fueran sinónimos, con sencillez e inocencia aparentes; 2) Luego, cuando la gente ya se acostumbró a usar de ese modo la palabra género, se le va añadiendo, imperceptiblemente, el nuevo significado de “sexo construido cultural y socialmente”; y 3) Finalmente, la gente común termina hablando de género, como una “normal” autoconstrucción libre de la propia sexualidad.
El proyecto de nueva Constitución que se nos propone aprobar está plagada de la “ideología de género” y sus derivados, como “enfoque de género”, “identidad de género”, “derechos sexuales y reproductivos”, “orientación sexual” y muchos más, ampliando y profundizando la infiltración de esa nefasta ideología, que ya se venía dando, aunque en menor escala y virulencia, en la Constitución de 1998.
Eso puede haber parecido entonces una exageración. Pero ahora me entero que me quedé corto. Porque ya en 1998 había nacido en Estados Unidos, bajo el nombre de International Boy Love Day (IBLD, Día Internacional del Amor a los Niños), el “día del orgullo pederasta” que se viene celebrando cada año, el 24 de junio, en varios países europeos. Mientras en los Países Bajos existe un partido llamado Caridad, Libertad y Diversidad (NVD, en sus siglas en neerlandés), que concurrió a las últimas elecciones generales con un ideario que defendía la pornografía infantil y el sexo con animales, y pedía bajar hasta 12 años la edad legal para mantener relaciones sexuales.
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VIERNES 15 de agosto del 2008 Guayaquil, Ecuador
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