martes, 29 de julio de 2008

El gran dictador

Francisco Febres Cordero
Más lo que nosotros nos sacamos el aire eligiendo a los asambleístas. Y más lo que ellos, felices, se fueron a Montecristi a sentarse en sus curules construidas con el acero de los plenos poderes. Y más lo que ellos nos mantuvieron en vilo durante ocho meses, sin saber exactamente qué es lo que iban a poner en la nueva Constitución. Más lo que ellos, pobrecitos, vivieron separados de sus familias, huerfanitos, sin un perro que les ladre, alimentándose con lo que podían, planchándose ellos mismos los shores, madrugando para darse un duchazo en el mar, trasnochando para no dormirse en las sesiones, cosiéndose ora la camiseta que se les había rompido, ora la boca que estaba demás abrida, y, de cuando en cuando, insultándose y patiándose, excitados como estaban por su incesante trajín y por ciertos temas que también les excitaban, como el quichua, por ejemplo, que, como toda lengua, les resultó afrodisíaca, creo.
Total, todo de gana. ¡Me da una pena por los asambleístas! Si algunos, pobrecitos, hasta terminaron con bursitis de tanto alzar la mano. Y otros con coditis, de tanto que se sostenían el codo para tenerlo solo bajado abajo. Más lo que hablaron, más lo que se desgañitaron para que, al final, cuando ya se vencía el plazo, el Correa les mandara al Alexis Mera, al Larrea y al Patiño para que cambiaran los artículos, aumentaran cosas, suprimieran otras y después ordenaran a los asambleístas que, ahora sí, votaran. Y ellos, extenuados como estaban, ya ni sabían ni porqué votaban. Pero, medio dormidos, votaban nomás. ¡Qué ternura!Pero, en medio de esas últimas madrugadas inacabables, de esas noches oscuras y tempestuosas, hubo unos de Alianza PAIS que se despertaron y, entre bostezo y bostezo, no quisieron votar por todo lo que se les ordenaba y después, solo por eso el Correa, cabriadísimo, les acusó de infiltrados.
Como veinte infiltrados contó el Correa y dijo que a todos se les reconoce porque pertenecen a la plutocracia de izquierda. Cierto es: ¡clarito se les nota! No son como el Alexis Mera o el Vinicio Alvarado, que pertenecen a la plutocracia de derecha y, por lo tanto, hacen lo que el Correa quiere, sin chistar. No. Los de la plutocracia de izquierda salieron un poquito respondones, medio rosquituertos y, por lo tanto, para el Correa pasaron de ser amigos, de ser hermanos, a ser horribles. Elé.
Tonces el Correa, como es bien hiperactivo, cogió la Constitución y comenzó él mismo a poner lo que creía que había que poner, a quitar las fallas horrorosas, a tachar lo que había que tachar y después comenzó a dictar los artículos, hasta que la Constitución salga como él quería porque, eso sí, hay que reconocer que para dictar el Correa nos resultó un tigre. ¡Qué gran dictador que es! O se hace lo que él dicta y como él dicta, o si no, ¡tiemblen los infiltrados, los plutócratas de izquierda, los majaderos del movimiento del que él es el único dueño y señor!
¿Y los pobres asambleístas? Ojalá regresen a sus casas donde, por lo menos, han de tener alguien que les lave y les planche y les cosa la boca. ¡Ay, no, qué bruto!, que les cosa la ropa quise decir.

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