Yo era un niño cuando apareció en la revista Vistazo el “primer vicecampeonato de nombres raros”. Hasta el día de hoy recuerdo los nombres que más me llamaron la atención. Fue la primera vez que supe de la existencia de Tomás Del Pelo.
Varios años después, a inicio de los años noventa conocí a Marcelo Marchán, en esa época colaborador muy importante de Diario EL UNIVERSO. Mi sorpresa fue enorme cuando me enteré de que él era Tomás Del Pelo.
Desde entonces me unió a él una relación de enorme respeto y aprecio, que se fue profundizando con los años; respeto por su sencillez en el trato diario, por su humildad y hasta timidez al momento de recibir un elogio; y obviamente, por el talento creativo que lo llevó a liderar visionarios proyectos en diferentes ambientes y disciplinas.
Marcelo era una fuente inagotable de ideas; todas ellas de vanguardia, desafiantes frente a lo rutinario y establecido. Rompía con gran facilidad los esquemas y literalmente sacaba conejos del sombrero.
Y cada idea, cada proyecto, matizado con el humor que lo acompañaba en las buenas y en las malas.
A diferencia de muchos personajes de la historia, para nada parecidos a quienes les han dado vida, Marcelo y Tomás Del Pelo eran casi la misma persona.
Me atrevo a afirmar que la columna de Tomás Del Pelo, ‘Llorar al revés’, era la síntesis de todas las ideas y bromas que Marcelo maquinaba en la semana, y que compartía con sus amigos, colegas, familiares y compañeros de trabajo.
También era el reflejo de su alma libre e irreverente que levantaba su voz ante los abusos del poder y, sobre todo, ante las reiteradas agresiones a la prensa independiente y a la libertad de expresión.
En más de una ocasión me buscó preocupado por amenazas judiciales provenientes de altos funcionarios del poder; le preocupaba que su columna pudiere causarle daño al Diario, especialmente, luego del atropello perpetrado durante el caso EL UNIVERSO.
Pero ninguno de estos bravucones con pistola ajena consiguió amilanarlo ni callar su agudo humor político que todas las semanas causaba más de una incomodidad a quienes abusan del poder.
Se mantuvo hasta el final de su vida terrenal venciendo el miedo, desafiando al poder y regalando un momento de alegría y buen humor a sus fieles lectores, humor tan necesario en estos oscuros días que atraviesa la República.
La prematura partida de Marcelo, además de embargar de tristeza a sus familiares, amigos y a todos los que luchamos por valores democráticos y libertades, deja un gran vacío en la prensa ecuatoriana, vacío que difícilmente será llenado, porque Tomás Del Pelo era Marcelo y en él confluyeron diversos talentos que difícilmente se repiten. Un estilo único, uno en un millón.
Desde esta columna rendimos homenaje al creativo, al libre pensador, al humorista y al amigo.
Descansa en paz, Marcelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario