martes, 28 de diciembre de 2010

Operación Vanguardia

Iván Sandoval Carrión
La reciente incursión de autoridades judiciales en representación del Fideicomiso AGD-CFN en las instalaciones de la revista Vanguardia, acompañadas por un escuadrón del GIR y reporteros de los medios gubernamentales, contiene dos advertencias claras y contradictorias, según desde qué sector se interprete el acontecimiento. Desde el Gobierno, se trata de un embargo legítimo por morosidad en el pago de un arriendo, y el mensaje es: “Hacemos cumplir la ley”. Desde los afectados y desde la prensa no gubernamental y crítica con el Gobierno (la mitad más uno en el Ecuador), se trata de un ilegal secuestro de equipos que contienen información importante, y el intimidante mensaje es inequívoco: “Bajen el tono y dejen de husmear en los asuntos del círculo íntimo de Carondelet”.

¿Podemos realizar otras lecturas? Intentémoslo, replanteando una pregunta olvidada pero necesaria: ¿Cuál es el sentido de la existencia y la función propia de la Policía Nacional en la República del Ecuador? Después del 30-S es imperativo renovar esta pregunta en un país malacostumbrado folclóricamente a tolerar que el poder político utilice a la Policía como “muchacha de mano puertas adentro para todo servicio”. Me pregunto si los policías ecuatorianos se han dado cuenta de que sus relaciones con el poder político en nuestra sociedad pasan por ese lugar. Porque si el Grupo de Intervención y Rescate es un grupo de élite especializado en operaciones de combate al crimen que eventualmente requieran el uso de la fuerza y el empleo de armas de fuego, la utilización del GIR en la Operación Vanguardia implicó un uso inapropiado de este grupo.

Uno de los sentidos más antiguos del vocablo “perversión” se refiere a la utilización de un objeto o dispositivo para fines completamente diferentes a aquellos que le son propios. Desde hace tiempo, la relación del pueblo ecuatoriano con la Policía está sesgada por el supuesto popular de que la fuerza policial es una institución “básicamente perversa”. Quizás deberíamos empezar a interrogarnos –para intentar una rehabilitación de esa entidad– si además la Policía no es una institución “originalmente pervertida” por el poder político, con nuestra complicidad. La utilización del GIR en el asunto Vanguardia no es irrelevante y colorea al acto de significados que exceden al mero cumplimiento de una diligencia judicial; lo convierte en un acontecimiento político, en una significante exhibición de poder y en un ejercicio equívoco que se presta a diferentes interpretaciones, todas derivadas de la guerra no declarada que el presidente Correa sostiene con la prensa adversa.

Para ampliar más el abanico de lecturas a elegir, añadamos algunas preguntas simplonas que muchos ecuatorianos comunes querríamos plantear a Vanguardia, cuando nos enteramos del estatuto irregular del inmueble que ocupaba la revista y que estaba en poder de la AGD. ¿No resultaba contradictorio, o por lo menos ambiguo, permanecer en ese inmueble si se mantiene esa línea de periodismo de investigación y análisis crítico de los actos del Gobierno, y sabiendo cómo funcionan nuestras instituciones estatales? ¿No fue un gesto de candidez superlativa, o –lo que finalmente da igual– un acto de confianza extrema en el correcto funcionamiento de nuestro aparato judicial y en la absoluta independencia de todos nuestros poderes e instituciones frente a la voluntad del Ejecutivo?
http://www.eluniverso.com/2010/12/28/1/1363/operacion-vanguardia.html?p=1363&m=788

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